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jueves, 3 de junio de 2010

La Quintrala







Es la época de los duelos y reyertas callejeras y de tremendas venganzas. La historia de la familia Lisperguer, una de las más prestigiosas y poderosas de la época, cuyos desafueros culminaron con los criminales y sádicos amores de doña Catalina.

Algunos asesinos nacen…

… otros se hacen


Catalina de los Ríos y Lisperguer

Catalina de los Ríos y Lisperguer, era muy hermosa, alta de ojos verdes y pelo rojo, como el Quitral, de ahí su apodo Quintrala inventado, según párese, en los primeros años del siglo XVII, en el seno de una de las más ricas de chile y emparentada con la alta aristocracia limeña y santiaguina. Era hija de don Gonzalo de los Ríos y Encio y doña Catalina Lisperguer y Flores.

En la historia de su vida se mezclan los hechos de la leyenda de modo que hay en ella muchos aspectos dudosos o fantásticos.

Poco se sabe de su educación, pero consta por su testamento que no sabia leer.

Creció en compañía de su hermana, doña Agueda de los Ríos, quien se caso tempranamente con un oidor de la audiencia de lima, don Blas de Altamirano. Su nombre figura en los anales de la criminología colonial.

Al parecer la abuela y después la madre, homicidas ambas le enseñaron su oficio. Su abuela, María de Encio, había asesinado a su esposo y era experta en sortilegios y pactos diabólicos; su madre había sido acusada de haber intentado envenenar al Gobernador Ribera y de haber muerto con azotes a una hijastra.

Los casos de impudicia y feroz liviandad de que la tradición la inculpa son varios y más o menos espectaculares. Su lascivia y ferocidad no tenia frenos, por lo que su abuela doña Agueda Flores, que era su tutora, resolvió casarla a todo trance para ponerla a raya. Don Alonso Campo Frío Carbajal fue el elegido por doña Agueda para “esposo y domador" de su pupila; y a fin de hacerle aceptable el terrible don, puso una dote monumental; que ascendió a 45.349 pesos. Don Alonso no poseía bienes ni fortuna y doña Catalina no había encontrado un marido sino un cómplice.

El matrimonio que vivía en la hacienda de doña Catalina en La Ligua, tubo un hijo al que pusieron el nombre de su abuelo, Gonzalo. Pero murió en la infancia antes de cumplir diez años pese a todos los esfuerzos científicos, religiosos, mágicos y el conocido pacto diabólico de doña Catalina.

En la hacienda de La Ligua, según se cuenta, ocurrían los hechos más horribles. Durante la vida de su marido, como luego de su muerte, acaecida hacia 1650.

A pesar de continuas denuncias, no recibió castigo alguno porque tenia mucho dinero, siendo prodiga entre jueces y letrados, además de contar con numerosa parentela en cargos importantes.

Su crueldad llegó a tal extremo que se produjo una dispersión general entre los indios de la hacienda de La Ligua, quienes se fugaron en su mayoría hacia los montes y comarcas vecinas. Aun entonces doña Catalina consiguió de la Real Audiencia una provisión para recoguerlos. A cargo de esta labor puso a un mayordomo llamado Ascencio Erazo. Este los prendía y los llevaba a la hacienda. Doña Catalina presidía el castigo acompañada de su sobrino, don Jerónimo de Altamirano.

En 1660, la Real Audiencia, ante la magnitud de los hechos, comisionó a su receptor de cámara Francisco Millán para que hiciese una investigación. Esta alejo de su hacienda a doña Catalina, a su mayordomo y a su sobrino, a fin de que sus víctimas pudieran desahogarse de los crímenes cometidos por su patrona.

El comisionado de la Audiencia encontró plenamente comprobados los delitos cometidos por la encomendadera de La Ligua, por lo que se la apreso y condujo a Santiago.

Se inicio así proceso a la que ya había sido una vez acusada de parricidio, otra de asesinato y ahora por la matanza lenta y cruel de su servidumbre. El juicio se llevo adelante con mucha lentitud, pues las relaciones de doña Catalina seguían contando, al igual que su dinero.

En los últimos años de su existencia encontró un auxiliar poderoso a su impunidad en el Gobernador de Meneses, quien era ávido del dinero de la Quintrala.

Doña Catalina estaba enamorada del padre Pedro Figueroa, que la casó con su difunto esposo, y este aprovechando la situación conseguía aplacar de gran forma su instinto asesino y mantenerla por el camino de la fe, pero no todo fue tranquilo pues ella intento matarlo en venganza por su matrimonio no deseado. Doña Catalina llego a hacer un segundo pacto diabólico para conseguir el amor del fraile pero este para resistirse a ella se autoflagelaba y al ver que no seria capas de resistir decidió huir de su influjo al Perú, consiguiendo con esto que ella abandonara completamente la fe cristiana y cometiera un gran atentado en contra de sus indios provocando la famosa huida de ellos y obligando al pare a reconsiderar su vuelta, pese a todo él no volvió hasta enterarse de el arresto de Catalina y su posterior enfermedad, lamentablemente no alcanzó a confesarla para perdonar sus pecados.

Los crímenes de doña Catalina de los Ríos y Lisperguer

Los crímenes “conocidos” de doña Catalina fueron 14, los cuales fueron:

•El inicio de su vida delictual con el alevoso envenenamiento de su padre con veneno que le dio en un pollo, estando enfermo, alrededor del año 1622.

•El siguiente crimen lo perpetuo una noche de mayo de 1624. Invito a un encumbrado feudatario de Santiago (del cual no se conoce el nombre) a su alcoba por medio de un billete amoroso y cuando lo tuvo en sus brazos lo mato a cuchilladas. Culpó del echo a una de sus esclavas quien fue ahorcada, siendo inocente, en la Plaza de Armas de Santiago.

•En otra ocasión en que el sacerdote Juan de la Fuente Loarte, vicario general del Obispado de Santiago, se empeño, en cumplimiento de su deber, por apartarle del camino que levaba, doña Catalina intento asesinarlo en el sitio con un puñal. En ese momento debe haber contado con 23 o 24 años.

•En 1633, el obispo salcedo escribió al Consejo de Indias relatando un atentado llevado a cabo por doña Catalina y su marido quienes mandaron a un fraile agustino (primo suyo) y a un negro a matar al cura y vicario Luis Venegas, que adoctrinaba la zona de L Ligua y que seguramente representaba un estorbo en su crueldad. El Padre Venegas pudo recuperarse del feroz ataque.

•Flagelar y torturar sin piedad a sus servidores y a los indios de su encomienda, en los cuales, sin amparo alguno, saciaba las pasiones de su alma, cortando luego las lenguas a los hombres y los pechos a las mujeres.

•Matar por sus propias manos a niños, ancianos, doncellas, a sus capataces de vacas, a sus mujeres, a sus pastores humildes, sin recibir castigo alguno. Esta maldad y sadismo se agudizaron aun más en su vejes.

•Cercenar la oreja izquierda de don Martín de la Ensenada, uno de sus amantes.

•Hacer matar en presencia de otro galán, un caballero de Santiago, después de amorosa cita.

•Perseguir puñal en mano a don Juan de la fuente que se atreve a increparle su mala vida.

•Ordenar palizas contra civiles y eclesiásticos que se oponen a sus designios.

•Luego de su segundo pacto diabólico, ansiosa de sangre manda a llamar a don Enrique Enríquez Caballero de Malta, un antiguo amante, al cual invita pasar a una bóveda y utilizando sus influencias de antigua amante le pide una cruz, símbolo de su nobleza, a cambio de un beso, este enojado por el rechazo y despechado le lanza a la cara sus amoríos con el fraile Figueroa, consiguiendo que ella lo golpeara y luego lo apuñalara en venganza por comentarios en los que se ensalzaba por aprovecharse de una mujer liviana, refiriéndose a doña Catalina.

•El asesinato de ñatucón-jetón, un niño negro, a palos en un arranque de ira repentina y mantener luego su cadáver insepulto por 15 días.

•Mientras se seguía el juicio, cometió el asesinato de una mulata, esclava ajena, de la servidumbre del capitán Francisco Figueroa. Se ignoran de este ultimo asesinato que hizo subir a 14 las víctimas “conocidas” de doña Catalina desde su primer Crimen.







Leyenda


Cuenta la leyenda que la Quintrala tenía un crucifijo que, en el terremoto de mayo 1662, se le calló la corona de espinas al cuello. Además, al tener ese amor imposible con el Fray Pedro, ella se desquitaba azotando a su Cristo, y se dice que una vez, mientras la azotaba, él giró su cabeza hacia ella.

Y que algún tiempo después le juró a ese mismo Cristo que si la salvaba de la presión, ella le pondría todos los días y para siempre dos velas de una libra.

El Cristo la salvó, y aún hoy día se le ponen las velas al Cristo de la Agonía. Ahora este Cristo se llama el "Cristo de Mayo", porque para el terremoto de mayo de 1647 todo se derrumbó en Santiago y solo él se mantuvo en pié con las dos velas encendidas y la corona de espinas en el cuello.

Descargar Documento : http://oron.com/b6uk15ocav3a/La_Quintrala.doc.html

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