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sábado, 9 de abril de 2011

Los Siniestros Dhampiros

Es un híbrido entre vampiro y humano, fruto de la relación entre un vampiro y una mujer humana. Por lo general, debido a su estado no muerto, los vampiros son estériles, aunque pueden volver con su esposa o con la mujer amada cuando estaba vivo para copular y procrear. En Bulgaria se cuenta que los vampiros también asaltaban a mujeres vírgenes. Un vampiro podía incluso viajar a un pueblo donde no fuera conocido, casarse y tener hijos. A los dhampiros se les atribuye ciertas características propias de los vampiros heredadas de su progenitor pero no sus debilidades y tendrían la capacidad de detectar a los vampiros incluso cuando son invisibles, así como de destruirlos o detenerlos por lo que solían ser contratados como cazadores de vampiros. Otra teoría sobre el nacimiento de los dhampiros es que un vampiro de 15ª generación, de cualquier sexo, puede tener descendencia medio mortal, concebida y nacida de la forma habitual entre los mortales El nacimiento de un medio vampiro siempre es una gran sorpresa para al menos uno de los padres. Puede ser recibido con euforia o disgusto supersticioso, pero nunca sin miedo. Para una vampiro, la maternidad añade una carga y peligro a una existencia ya llena de ambos al máximo. Puede pasarlo mal físicamente pues su cuerpo no muerto no es apropiado para la maternidad. Tampoco el padre humano se lo tomará con tranquilidad; consciente o inconscientemente, es suficiente invitación para la tragedia. El esfuerzo de criar un bebé en una atmósfera tan cargada de dolor e incertidumbre puede incluso con los espíritus más fuertes. Más aún, las madres mortales de los dhampiros a menudo desarrollan complicaciones que ponen en riesgo su vida durante el embarazo y el parto debido al conflicto entre vitae mortal e inmortal, o a factores más misteriosos: funcionamiento inmunológico depresivo, hemorragias, toxemia, etc. Con tantos peligros, es fácil para un dhampiro acabar abandonado o convertido en huérfano a una edad temprana.. Incluso si la familia está intacta las probabilidades de felicidad doméstica son escasas en un mundo de tinieblas. Por una u otra razón, los dhampiros deben aprender su verdadera naturaleza por sí mismos. Descubrimiento Si los vampiros son ignorantes respecto a su herencia, ¿Cuánto más no lo será su descendencia mortal? El legado oculto de un dhampiro normalmente no se manifiesta hasta el principio de la pubertad; añadido a todas las tribulaciones del crecer, el niño debe enfrentarse a otra capa de transformación, muchos más oscura e infinitamente más misteriosa. El proceso varía de individuo en individuo. La mayoría simplemente se vuelven conscientes, en algún momento de la adolescencia, de una reserva especial de fuerza a la que pueden recurrir, primero instintivamente, en momentos de tensión. Pueden tener miedo de este poder y del salvaje placer que acompaña el acto de usarlo, o pueden estar encantados de descubrir un arma tan útil contra el duro mundo. Otros dhampiros florecen más tarde. Para ellos, una incursión mística o un encuentro repentino con un vampiro puede ser lo que sirva para provocar su potencial oculto. En cualquier caso, una vez que un dhampiro ha despertado completamente a su esencia sobrenatural, nunca puede volver atrás. La Sangre le altera para siempre física y mentalmente. Su envejecimiento se ralentiza. Gana una limitada habilidad para aprender disciplinas vampíricas. También descubre su bestia interior, la cual, aunque es apacible comparada con la de un vampiro, todavía es lo suficientemente fuerte como para poner a prueba su corazón y su voluntad. En otras palabras, se vuelve biológicamente indistinguible de un aparecido. La vida como Dhampiro Los dhampiros encuentran una gran variedad de justificaciones y estrategias para enfrentarse a su herencia. Algunos maldicen a sus padres no muertos y los buscan para matarlos, esperando que tal acción pueda purificarles de su propia oscuridad; otros expresan su hostilidad de una manera más general, convirtiéndose en cazadores. Algunos deciden que deben estar irrevocablemente manchados con el mal y se ponen a buscar un poder oscuro digno de su servidumbre. Muchos son inconscientes de su ascendencia vampírica o rehúsan creer en ella; en vez de eso, escogen verse a sí mismo como médiums, iluminados o tocados por una deidad cruel. Un pequeño número tienen contacto con sus padres vampiros para aprender lo que estos les puedan enseñar sobre el mundo de los no muertos. Cada dhampiro tiene su misma oscura herencia. Ejercer la fuerza de la sangre es una fuente de exultante placer, una pálida sombra del beso del vampiro, pero también una tentación mortal. Aunque los dhampiros no necesitan alimentarse como los vampiros, de hecho, no profesan ningún gusto por la sangre mortal, la vitae perdida se repone sólo gradualmente y la debilidad anémica y la desilusión emocional que resultan pueden ser devastadoras. Algunos dhampiros se vuelven más adictos a utilizar sus disciplinas y se vuelven hacia poderosos estimulantes en un esfuerzo por reproducirlo. Otros descubren un sustituto mucho más potente: la sangre de vástago. El dhampiro y la sociedad de Vástagos Los dhampiros son un nuevo fenómeno en el mundo de las tinieblas. Aunque las leyendas de los medio vampiros han circulado durante siglos, de hecho, en una aldea eslava, toda la población dice descender de un vampiro antepasado común, y llevan el nombre de Lapijerovic, “pequeño vampiro”, como testamento de esa creencia. Algunos vástagos permanecen fascinados con la idea, particularmente aquellos que murieron antes de que pudiesen satisfacer su anhelo de una familia propia. En secreto experimentan con los diferentes métodos prescritos por el mito: encantamientos, reliquias, oscuras artes tremere, pactos con el diablo, incluso el amor verdadero. La existencia del dhampiro todavía es impugnada por los que sospechan de algún tipo de engaño milenario, pero, para aquellos que tienen una noción de las peculiaridades de los vampiros de sangre débil, la idea es totalmente plausible. En este momento, un dhampiro que cae entre las garras de un vampiro normal seguramente será confundido con un aparecido o un ghoul sin señor; difícilmente es una causa de alegría, pero en realidad es buena serte comparado con el destino del dhampiro si es reconocido como lo que realmente es. Para los vampiros de la camarilla, representa la brecha final de la mascarada: una mezcla elemental e irrevocable de vástago y ganado. Para los vampiros de inclinación científica, particularmente los tremere o los tzimisce, también es un intrigante desarrollo en la biología de la especie, y de este modo un sujeto perfecto para la experimentación. Unos pocos vástagos, la mayoría antiguos que maduraron en tiempos de mayor fe religiosa, podrían sostener un punto de vista más culto respecto a su aparición. Para ellos, el espectáculo de la vida verdadera saliendo de las marchitas carnes de un vampiro sólo puede significar una cosa: Dios está perdonando, y ha enviado este milagro para mostrar a los cainitas que la redención es posible incluso para los de su maldita raza. También pueden honrarle como una especie de reliquia viviente. Pero estos vástagos son los que más debería temer; un Mesías reacio es algo peligroso, y los mismos fanáticos que le señalan esta noche como alto sacerdote de su culto de la gehena, podrían decidir mañana que esta mucho mejor en lo alto del altar que detrás de él.

La Siniestra Inquisicion Catolica

Institución judicial creada por el pontificado en la edad media, con la misión de localizar, procesar y sentenciar a las personas que consideraban culpables. Sus víctimas eran las brujas, los judíos, herejes, alquimistas, disidentes, homosexuales y cualquier persona no grata al clero. Los acusados eran brutalmente torturados y ejecutados, y sus bienes requisados. En la Iglesia primitiva la pena habitual por herejía era la excomunión. Con el reconocimiento del cristianismo como religión estatal en el siglo IV por los emperadores romanos, los herejes empezaron a ser considerados enemigos del estado, sobre todo cuando habían provocado violencia y alteraciones del orden público. San Agustín aprobó con reservas la acción del Estado contra los herejes, aunque la Iglesia en general desaprobó la coacción y los castigos físicos. En el siglo XII, en respuesta al resurgimiento de la herejía de forma organizada, se produjo en el sur de Francia un cambio de opinión dirigida de forma destacada contra la doctrina albigense. La doctrina y práctica albigense parecían nocivas respecto al matrimonio y otras instituciones de la sociedad y, tras los más débiles esfuerzos de sus predecesores, el Papa Inocencio III organizó una cruzada contra esta comunidad. Promulgó una legislación punitiva contra sus componentes y envió predicadores a la zona. Sin embargo, los diversos intentos destinados a someter la herejía no estuvieron bien coordinados y fueron relativamente ineficaces. La Inquisición en sí no se constituyó hasta 1231, con los estatutos Excommunicamus del Papa Gregorio IX. Con ellos el Papa redujo la responsabilidad de los obispos en materia de ortodoxia, sometió a los inquisidores bajo la jurisdicción del pontificado, y estableció severos castigos. El cargo de inquisidor fue confiado casi en exclusiva a los franciscanos y a los dominicos, a causa de su mejor preparación teológica y su supuesto rechazo de las ambiciones mundanas. Al poner bajo dirección pontificia la persecución de los herejes, Gregorio IX actuaba en parte movido por el miedo a que Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano, tomara la iniciativa y la utilizara con objetivos políticos. Restringida en principio a Alemania y Aragón, la nueva institución entró enseguida en vigor en el conjunto de la Iglesia, aunque no funcionara por entero o lo hiciera de forma muy limitada en muchas regiones de Europa. Dos inquisidores con la misma autoridad nombrados directamente por el Papa eran los responsables de cada tribunal, con la ayuda de asistentes, notarios, policía y asesores. Los inquisidores fueron figuras que disponían de imponentes potestades, porque podían excomulgar incluso a príncipes. En estas circunstancias sorprende que los inquisidores tuvieran fama de justos y misericordiosos entre sus contemporáneos. Sin embargo, algunos de ellos fueron acusados de crueldad y de otros abusos. Los inquisidores se establecían por un periodo definido de semanas o meses en alguna plaza central, desde donde promulgaban órdenes solicitando que todo culpable de herejía se presentara por propia iniciativa. Los inquisidores podían entablar pleito contra cualquier persona sospechosa. A quienes se presentaban por propia voluntad y confesaban su herejía, se les imponía penas menores que a los que había que juzgar y condenar. Se concedía un periodo de gracia de un mes más o menos para realizar esta confesión espontánea; el verdadero proceso comenzaba después. Si los inquisidores decidían procesar a una persona sospechosa de herejía, el prelado del sospechoso publicaba el requerimiento judicial. La policía inquisitorial buscaba a aquellos que se negaban a obedecer los requerimientos, y no se les concedía derecho de asilo. Los acusados recibían una declaración de cargos contra ellos. Durante algunos años se ocultó el nombre de los acusadores, pero el Papa Bonifacio VIII abrogó esta práctica. Los acusados estaban obligados bajo juramento a responder de todos los cargos que existían contra ellos, convirtiéndose así en sus propios acusadores. El testimonio de dos testigos se consideraba por lo general prueba de culpabilidad. Los inquisidores contaban con una especie de consejo, formado por clérigos y laicos, para que les ayudaran a dictar un veredicto. Les estaba permitido encarcelar testigos sobre los que recayera la sospecha de que estaban mintiendo. En 1252 el Papa Inocencio IV, bajo la influencia del renacimiento del derecho romano, autorizó la práctica de la tortura para extraer la verdad de los sospechosos. Hasta entonces este procedimiento había sido ajeno a la tradición canónica. Los castigos y sentencias para los que confesaban o eran declarados culpables se pronunciaban al mismo tiempo en una ceremonia pública al final de todo el proceso. Era el sermo generalis o auto de fe. Los castigos podían consistir en una peregrinación, un suplicio público, una multa o cargar con una cruz. Las dos lengüetas de tela roja cosidas en el exterior de la ropa señalaban a los que habían hecho falsas acusaciones. En los casos más graves las penas eran la confiscación de propiedades o el encarcelamiento. La pena más severa que los inquisidores podían imponer era la de prisión perpetua. De esta forma la entrega por los inquisidores de un reo a las autoridades civiles, equivalía a solicitar la ejecución de esa persona. Aunque en sus comienzos la Inquisición dedicó más atención a los albigenses y en menor grado a los valdenses, sus actividades se ampliaron a otros grupos heterodoxos, como la hermandad, y más tarde a los llamados brujas y adivinos. Una vez que los albigenses estuvieron bajo control, la actividad de la inquisición disminuyó, y a finales del siglo XIV y durante el siglo XV se supo poco de ella. Sin embargo, a finales de la edad media los príncipes seculares utilizaron modelos represivos que respondían a los de la inquisición.

Los ONIS

Los Onis son los ogros del folklore japonés, demoníacas criaturas de frecuente aparición en las leyendas, la literatura y el teatro de su país. Según se desprende de las narraciones, los Onis son gigantescos. La mayoría de ellos posee forma humanoide, aunque siempre con alguna característica no natural, como muchos dedos o una gran cantidad de ojos. También se los representa frecuentemente con dos largos cuernos surgiendo de sus cabezas, garras muy afiladas y el cabello revuelto. La piel de los Onis siempre es de algún color sorprendente, como verde, azul, rojo, negro o rosado. Estas temibles criaturas gustan de acentuar su aspecto feroz vistiendo pieles de tigre y portando un enorme garrote de hierro llamado kanabo. En las leyendas japonesas, los Onis suelen representar el papel de villanos, aunque también pueden aparecer como ejemplo de fuerza e invencibilidad. Y algunos pocos parecen ser bondadosos y ayudar a los héroes de la historia a cumplir su misión. En realidad, se cree que los cuernos que llevan en la cabeza les producen un enorme dolor, y son los que los llevan a actuar con violencia. Pero que en realidad no son malos. Y que por esa razón, los Onis de un solo cuerno resultan más bondadosos, traviesos y amigables. En ocasiones, algunos guerreros consiguen el poder de invocar a los Onis para que peleen por ellos en las batallas. La cultura japonesa moderna también ha retomado la figura de los Onis para sus historias. Así, es habitual verlos aparecer como personajes de musicales, videojuegos o de mangas. Algunos, tan populares como Naruto. Suika Ibuki es una de las Onis más populares. Diminuta pero de temperamento brutal, posee el poder de alterar la densidad de las cosas. Es así como puede, por ejemplo, transformarse en niebla, volverse gigantesca o multiplicarse infinitamente. Cuenta también con una fuerza increíble y descomunal, lo que la convierte en una enemiga temible. Ama beber sake. Otra que siente pasión por el sake es la no menos feroz Yuugi Oshiguma. Esta Oni, a diferencia de Suika, habita el mundo subterráneo. Y aunque no puede cambiar de forma, tiene el poder de controlar los fenómenos naturales y emplearlos según su voluntad.

El Siniestro KRAKEN

Bajo los truenos de las superficie, En las honduras del mar abismal, El Kraken duerme su antiguo, no invadido sueño sin sueños. Pálidos reflejos se agitan alrededor de su oscura forma; Vastas esponjas de milenario crecimiento y altura Se inflan sobre él, y en lo profundo de la luz enfermiza, Pulpos innumerables y enormes baten Con brazos gigantescos La verdosa inmovilidad, Desde secretas celdas y grutas maravillosas. Yace ahí desde siglos, y yacerá, Cebándose dormido de inmensos gusanos marinos Hasta que el fuego del Juicio Final caliente el abismo. Entonces, para ser visto una sola vez por hombres y por ángeles, Rugiendo surgirá y morirá en la superficie. Alfred Lord Tennyson La mitología escandinava nos regala esta interesante criatura mítica. Se trata de las llamadas islas vivientes. Son criaturas marinas bestiales, de gigantescas dimensiones. Muchos marinos perecieron consumidos por su furia sin final, engañados por su apariencia de pacíficas islas en el medio del mar. Cuando se acercaban a su supuesta “costa”, eran destrozados por gigantescos tentáculos, como un frágil pedazo de madera. Se ha llegado a decir que un kraken adulto podía llegar a tener un lomo de hasta más de dos kilómetros cuadrados. Hay abundantes referencias al Kraken en la literatura nórdica. En 1250 se describen criaturas similares, el hafgufa y lyngbakr. Posteriormente, el biólogo Lineo incluyó al Kraken como un cefalópodo, en su edición del 1735 de “Sistema Natural”, pero lo excluyó en ediciones posteriores. Los pescadores noruegos creían que cuando tenían muy buena pesca era porque estaban pescando sobre un Kraken, con el peligro inminente que esto significa. El kraken a menudo ha sido descripto como un pulpo gigante, muy diferente a las serpientes marinas gigantes que también existen en la mitología nórdica. No es descabellado pensar que de verdad exista alguna variedad de pulpo gigante en los mares nórdicos de la que aún no se han rescatado especímenes para su estudio. De hecho, las variedades de pulpo de mayor tamaño conocidos por el hombre pueden llegar a medir casi veinte metros entre un extremo de uno de sus brazos y el extremo opuesto. No sería descabellado pensar que podrían llegar a hacer zozbrar a un pequeño barco pesquero, o que tendrían tanta fuerza, que, de proponérselo, podrían arrastrar un pequeño bote al fondo del mar. También podría relacionarse al kraken con la existencia de los calamares gigantes. Se ha sabido de especies, como el Architeutis Dux que puede llegar a alcanzar los veinte metros de largo, y pesar más de mil kilos. Los ataques del kraken no solo han sido registrados en los mares del norte. También se ha sabido del ataque de un pulpo colosal a un buque velero de Saint-Malo, frente a las costas de Angola.

Baba Yaga

La mitología rusa tiene -entre sus más perversas y maléficas criaturas- a Baba Yaga, una terrible bruja con aspecto de vieja enjuta, con nariz azul y pechos de piedra, que come niños. Generalmente el folclore eslavo –especialmente el ruso- describe a Baba Yaga por su aspecto huesudo y arrugado, una gran nariz azulina, dientes de acero y una pierna normal y una de hueso. Deambula entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, porque alguna vez estuvo viva, otra vez estuvo muerta, y ahora no está ni viva ni muerta. Baba Yaga vuela sobre un almirez o una olla, remando con su escoba plateada. Busca carne humana para comer, especialmente niños, para romperle los huesos con sus dientes de acero y desgarrarlos. Cuentan que, a pesar de que come en grandes cantidades, Baba Yaga siempre ha sido huesuda. Una choza levantada sobre dos patas de pollo gigantes es su hogar, cuyo frente adorna con cráneos y velas. Su casa siempre abunda en carne y vino, y es vigilada por sirvientes invisibles entre los que se encuentran los caballeros blanco, rojo y negro, que también controlan el día, el atardecer y la noche. Algunos dicen que Baba Yaga no es completamente mala. Cuentan que alguna vez fue una criatura muy cercana a los poderes de la tierra, que por alguna decepción fue convirtiéndose cada vez más perversa. Bajo su imagen benévola, Baba Yaga responde a todo pedido de consejo y ayuda a quienes se lo piden, sobre todos si son puros de corazón. Posee el conocimiento de la verdad y de las fuerzas de la naturaleza, por eso en los cuentos populares muchas veces se la puede encontrar como consejera. Muchos dicen, también, que Baba Yaga son tres brujas con el mismo nombre y aspecto similar o, visto de otra manera, una bruja triple. Otros afirman que es el tercer miembro de la Diosa Tripartita, símbolo de las tres edades de la mujer (Virgen, Madre y Bruja).

Los Siniestros Demonios del Mar...Sirenas y Tritones



Estos extraños seres han figurado en numerosos relatos a lo largo de los siglos. Sin embargo, ¿son los hombres pez tan sólo quimeras pintorescas de nuestra imaginación, o existen en el mundo real? Según el periódico surafricano Pretoria News del 20 de diciembre de 1977, una sirena fue hallada en un desagüe en el distrito de Limbala, etapa III. Los relatos son confusos y es difícil determinar quién vio qué -y qué fue exactamente lo que vieron los testigos-, pero tal parece que la "sirena" fue vista primero por unos niños y, a medida que se difundió la noticia, se fueron aglomerando los curiosos. A un periodista le dijeron que la criatura parecía ser una "mujer europea de la cintura para arriba, mientras que el resto de su cuerpo tenía forma de cola de pez, cubierta de escamas". Las leyendas sobre sirenas y tritones se remontan a la antigüedad y hacen parte del folclor de casi todos los países del mundo. A lo largo de los siglos, los hombres pez han sido vistos por testigos de reconocida integridad, y siguen viéndose en la actualidad. El primer tritón registrado por la historia fue Ea, un dios con cola de pez, más conocido como Oannes, una de las tres grandes deidades de los babilonios. Ejercía dominio sobre el 'mar y también era el dios de la luz y de la sabiduría, además de haber sido quien llevó la civilización a su pueblo. Oanne fue originalmente el dios de los acadios, un pueblo semita del extremo norte de Babilonia; los babilonios derivaron de él su cultura y ya en el año 5000 a.C. se le adoraba en Acad. Casi todo lo que sabemos sobre el culto de Oannes proviene de los fragmentos que han sobrevivido de una historia de Babilonia en tres volúmenes, escrita por Berossus. un sacerdote caldeo de Bel que vivió en Babilonia en el tercer siglo antes de Cristo. En el siglo XIX, Paul Emil Botta, entonces vicecónsul francés en Mosul, Irak, y aficionado a la arqueología -si bien su interés primordial era el pillaje, descubrió una escultura extraordinaria de Oannes que databa del siglo VIII a.C., en el palacio del rey asirio Sargón II en Khorabad cerca de Mosul. La escultura, junto con una profusa colección de tabletas grabadas e inscripciones cuneiformes, reposa en la actualidad en el Museo del Louvre en París. Otra deidad antigua con cola de pez fue Dagón, dios de los filisteos, que figura en la Biblia: 1 Samuel 5: 1-4. El Arca de la Alianza fue colocada junto a una estatua de Dagón en un templo consagrado a dicho dios en Ashod, una de las cinco grandes ciudades-estado filisteas. Al día siguiente, se descubrió que la estatua estaba "tendida en tierra y con la cara contra ella, delante del arca de Yavé". En medio de la consternación general y, sin duda, de un gran temor, la gente de Ashod enderezó la estatua de Dagón, pero al día siguiente fue nuevamente encontrada caída ante el Arca de la Alianza, esta vez con la cabeza y las manos rotas. También es probable que la esposa y las hijas de Oannes tuvieran cola de pez, pero las representaciones que de ellas quedan son vagas y no puede saberse con certeza. Sin embargo, no queda duda sobre Atargatis, a veces conocida como, Derceto una diosa semita de la luna. En su De dea Syria, el escritor griego Luciano (c. 120 a.C.- c. 180) también la describió: "De esta Derceto también vi en Fenicia un dibujo en el que se la representa de modo curioso; de la mitad para arriba es una mujer, pero de la cintura hasta las extremidades inferiores tiene cola de pez". Las deidades con cola de pez figuran en casi todas las culturas de la antigüedad; en la edad media, empero, ya se habían convertido en habitantes humanoides del mar. Una de las influencias científicas más importantes en la edad media fue Plinio el Viejo (23-79 a.C.), un administrador y autor de enciclopedias romano que murió en la erupción del volcán Vesubio que destruyó Pompeya y cuya estatua en el exterior de la catedral de Como, hecha en el siglo XV, guarda una curiosa semejanza con Harpo Marx. En lo que respecta a los eruditos medievales, si Plinio decía que algo era así, pues entonces era innegablemente así. Sobre las sirenas, Plinio escribió: Puedo traer para mis autores diversos caballeros de Roma... que testifican que en la costa del Océano Español, cerca de Gades, han visto a un hombre pez, en todo respecto parecido a un hombre tan perfectamente en todas las partes del cuerpo como podría ser... No está muy claro por qué, si el hombre se parecía tanto a un humano, los "diversos caballeros de Roma" creyeron haber visto a un hombre pez, pero Plinio estaba convencido de que los hombres pez eran reales y que se les veía con frecuencia. Los relatos sobre tritones y sirenas proliferaron y, como cosa curiosa, la Iglesia los alentaba, pues consideraba útil adaptar antiguas leyendas paganas para sus propios propósitos. Las sirenas eran incluidas en los bestiarios, y había altorrelieves de ellas en muchas iglesias y catedrales. Puede apreciarse un excelente ejemplo de un altorrelieve de una sirena en el lado de una banca de la iglesia de Zennor, en Cornwall. Se cree que data de unos 600 años atrás y se le asocia con la leyenda de Mathy Trewhella, el hijo del guardián de la iglesia, que un día desapareció inexplicablemente. Años después, un capitán de barco llegó a St. Ivés y contó que había anclado cerca de la cueva Pendower, y había visto una sirena que, según aseguró, le dijo: "Su ancla está bloqueando nuestra cueva y Mathy y nuestros hijos están atrapados adentro". Para los habitantes de Zennor, el misterio de la desaparición de Mathy quedó explicado. En términos generales, ver una sirena no constituía una experiencia grata. Su hermoso canto, se decía, había cautivado a numerosas tripulaciones de barco y, como en las leyendas, las criaturas habían inducido a los navíos a acercarse a rocas peligrosas. Cuando las sirenas emergen a la superficie. Personas como Francis Bacon y John Donne explicaron muchos fenómenos naturales, incluido el supuesto mito de la sirena. En el caso de John Donne, cuando en 1596 se enroló en la expedición naval de Robert Devereux, creyó avistar camino a Cádiz algunas de esas figuras aparentemente mitológicas. A finales de la era isabelina y comienzos de la jacobina, la creencia en las sirenas se debilitó. Sin embargo, también fue una época caracterizada por los viajes marítimos, y algunos de los grandes navegantes de la época narraron encuentros personales con hombres pez. En 1608, el navegante y explorador Henry Hudson (que dio el nombre a los territorios de la bahía de Hudson), consignó sin misterios en su cuaderno de bitácora: Esta mañana, un miembro de nuestra compañía que observaba por encima de la borda vio una Sirena y, cuando llamó a algunos de la compañía para que la vieran, otro se acercó, y para entonces se había aproximado al barco y miraba con intensidad a los hombres: un poco después, un Mar llegó y la revolcó: del ombligo hacia arriba su espalda y sus senos eran como los de una mujer (como dijeron haberla visto); su cuerpo era tan grande como el de uno de nosotros; su piel era muy blanca; y sobre su espalda colgaba una cabellera larga, de color negro; cuando se sumergió vieron su cola, que era como la cola de una marsopa, y salpicada con manchas como la de una caballa. Los nombres de quienes la vieron eran Thomas Hilles y Robert Raynar. Hudson era un navegante con mucha experiencia, que de seguro conocía a sus hombres y presumiblemente no se hubiera tomado la molestia de consignar en su cuaderno de bitácora un engaño evidente. Además, el informe deja ver que sus hombres estaban familiarizados con los habitantes del mar y opinaban que esta criatura era excepcional. Y, si su descripción es certera, desde luego lo era. Pero la gran era de las sirenas fue el siglo XIX. Se falsificaron y exhibieron más sirenas ante públicos embelesados en ferias y exposiciones que en cualquier otra época. También fue el período en el que se escucharon varios relatos extraordinarios sobre encuentros con sirenas, incluyendo dos de los más serios con que se cuenta. El 8 de septiembre de 1809, The Times publicó la siguiente carta de un hombre llamado William Munro: Hace unos doce años, cuando yo era director parroquial en Reay [Escocia], mientras iba caminando por la playa en la bahía de Sandside en un agradable y cálido día de verano, tuve deseos de extender mi paseo hacia Sandside Head, cuando mi atención se vio atraída por la aparición de una figura que semejaba una hembra humana desnuda, sentada sobre una roca que se adentraba en el mar, y aparentemente peinándose el cabello, que caía sobre sus hombros y era de un color castaño claro. La semejanza que la figura guardaba con su prototipo en todas sus partes visibles era tan extraordinaria, que si la roca sobre la cual estaba sentada no hubiera sido peligrosa para bañarse, me hubiera sentido impelido a considerarla como una verdadera forma humana, y para un ojo no acostumbrado a la situación, sin duda alguna así lo parecía. La cabeza estaba cubierta de cabello del color arriba mencionado y más oscuro en la coronilla, la frente era redonda, el rostro rollizo, las mejillas sonrosadas, los ojos azules, la boca y los labios de forma natural, parecidos a los de un hombre; no pude ver los dientes, pues tenía la boca cerrada; los senos y el abdomen, los brazos y los dedos eran del tamaño de los de un cuerpo adulto de la especie humana; los dedos, por la acción en que estaban las manos, no parecían ser palmeados, pero no estoy seguro de esto. Permaneció en la roca tres o cuatro minutos después de que la divisé, y durante ese tiempo se ocupó en peinarse el cabello, que era largo y grueso, y del cual parecía estar orgullosa, y luego se hundió en el mar... Sea lo que fuere que vio y describió con tanto detalle William Munro, no fue el único, porque agrega que varias personas "cuya veracidad nunca escuché poner en duda" aseguraron haber visto a la sirena, pero hasta cuando él la vio por sí mismo "no estaba dispuesto a dar crédito a su testimonio". Como dicen, ver para creer. Alrededor de 1830, los habitantes de Benbecula, en las islas Hébrides, vieron a una joven sirena que jugueteaba alegremente en el mar. Algunos hombres intentaron nadar hasta donde se encontraba para capturarla, pero ella fácilmente los dejaba atrás. Luego un niño le arrojó piedras, una de las cuales golpeó a la sirena, y ésta se alejó nadando. Unos días después, a unos tres kilómetros del lugar en donde había sido vista esta criatura, el cadáver de una pequeña sirena fue empujado por las olas hasta la playa. El cuerpo minúsculo y lastimoso atrajo a las multitudes a la playa, y luego de haberse examinado detalladamente el cuerpo, se dijo que: La parte superior de la criatura era más o menos del tamaño de un niño bien alimentado de unos tres o cuatro años, con unos senos anormalmente desarrollados. El cabello era largo, oscuro y brillante, mientras que la piel era blanca, suave y tierna. La parte inferior del cuerpo era como la de un salmón, pero sin escamas. Entre las numerosas personas que vieron el cuerpo diminuto estaba Duncan Shaw, un vendedor de tierras de Clanranald, y concejal y alguacil del distrito. Ordenó que se construyera un ataúd y se fabricara una mortaja para la sirena y que se la enterrara para que descansara en paz. De los numerosos hombres pez falsos de este período, vale la pena mencionar tan sólo uno o dos para ilustrar la ingenuidad de las falsificaciones y de los falsificadores. Un ejemplo famoso es el narrado en The Vicar of Morwenstow, por Sabine Baring-Gould. El vicario en cuestión era el excéntrico Robert S. Hawker, quien, por razones que sólo él conoce, en julio de 1825 ó 1826 decidió disfrazarse de sirena cerca de la playa de Bude, en Cornwall. En las noches de luna llena, nadaba o remaba hasta una roca no lejos de la costa, y allí se colocaba una peluca hecha de algas trenzadas, se envolvía las piernas en hule y, desnudo de la cintura para arriba, cantaba -no muy melodiosamente- hasta que lo observaban desde la playa. Cuando la noticia sobre la sirena se difundió por Bude, la gente acudió a verla, ante lo cual Hawker repetía su acto. Luego de varias apariciones, Hawker, cansado de su broma -y con la voz un poco ronca-, entonó el himno God save the King y se lanzó al mar, para nunca volver a aparecer (por lo menos como sirena). Piensa T. Barnum (1810-1891), el gran empresario de espectáculos norteamericano a quien se le atribuyen dos frases dicientes -"cada minuto nace un tonto" y "todas las multitudes ofrecen buenas oportunidades"-, compró una sirena que se podía ver a cambio de un chelín en Watson's Coffee House, en Londres. Era una criatura horrible y encogida -probablemente un pez anormal-, pero Barnum la agregó a las curiosidades que había ido acumulando para su "Espectáculo más grandioso de la Tierra". Su truco, sin embargo, consistía en colgar en el exterior del lugar en donde exhibía su "sirena" un dibujo llamativo de tres hermosas mujeres jugueteando en una caverna subterránea; bajo el dibujo, había una leyenda: "Se añade una Sirena al museo -sin costo extra". Atraídos por el dibujo y por la implicación de lo que podían ver en el interior, muchos miles de personas pagaron la tarifa de admisión para ver este espectáculo. Como decía Barnum, si la "sirena" encogida no satisfacía las expectativas del público, el resto de la exhibición sí valía la pena. Las sirenas han seguido viéndose en años más recientes. Un pescador de Muck, una de las islas Hébrides, vio una en 1947. Estaba sentada sobre una caja flotante de arenques (utilizada para preservar langostas vivas), peinando su cabellera. Tan pronto se dio cuenta de que la estaban observando, se arrojó al mar. Hasta su muerte a finales de los años cincuenta, el pescador insistió en que había visto una sirena. En 1978, Jacinto Fatalvero, un pescador filipino de 41 años, no sólo vio una sirena en una noche de luna, sino que ésta le ayudó a hacerse a una pesca abundante. Sin embargo, es poco más lo que se sabe, pues, tras haber narrado su experiencia, Fatalvero se convirtió en blanco de bromas, objeto de burlas e, inevitablemente, presa de los medios de comunicación. Como es apenas comprensible, se negó a seguir hablando. Se acepta por lo general que la leyenda de la sirena surgió de la identificación errónea de dos mamíferos acuáticos, el manatí y el dugong, y posiblemente de focas. Desde luego, muchos relatos pueden explicarse así, pero, ¿puede esto bastar para explicar satisfactoriamente lo que vieron los marineros que acompañaban a Henry Hudson en 1608 o la sirena que vio el maestro de escuela William Munro? ¿Eran éstas, y otras criaturas similares, mamíferos marinos o sirenas? Una sugerencia, quizá un tanto sardónica, dice que los hombres pez son reales, y que descienden de nuestros ancestros distantes que llegaron a la playa desde el mar. Los hombres pez, desde luego, descenderían de los ancestros que, o bien permanecieron en el mar, o bien decidieron retornar a él. Los embriones humanos tienen branquias que por lo general desaparecen antes de nacer, pero algunos bebés las conservan y es preciso extirpárselas mediante un procedimiento quirúrgico. Sea como fuere, la sirena tiene un largo historial de encuentros y se la sigue viendo en la actualidad. Es algo que debemos agradecer; el romance y el folclor del mar no serían tan interesantes sin su presencia.