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jueves, 20 de enero de 2011

ADVERTENCIA -- VUDU

ADVERTENCIA -- VUDU



¡Vu—dú! Dos simples sílabas que despiertan en nuestra imaginación el obsesivo sonido de los tambores, las cimbreantes figuras de bailarines poseídos por oscuros dioses, ídolos de barro atravesados por alfileres asesinos. Viejas películas en glamuroso blanco y negro, el lento desgranarse de los blues del pantano, los ojos en blanco de zombis y muertos vivientes, el ritmo frenético de la rumba, sangrientos sacrificios al pie de altares desconocidos... Bueno, bueno. Antes de seguir, una justa advertencia, una necesaria aclaración: el Vudú, como su hermana caribeña la Santería, es mucho más que esa imagen típicamente de género que hemos evocado arriba. Son, de hecho, religiones populares afroamericanas cuya verdadera naturaleza abarca complejos fenómenos sociales, culturales, religiosos e históricos. No en vano los antropólogos optan, a la hora de referirse al Vudú, por emplear la grafía francesa propia de Haití, escribiéndolo Vodoun, para diferenciarlo radicalmente del concepto popularizado por el cine y la literatura fantástica, que lo han convertido prácticamente en sinónimo de brujería y/o magia negra.
Los interesados en la verdadera esencia de las religiones afroamericanas pueden, y deben, husmear entre las páginas que Alfred Métraux, Roger Bastide o Wade Davis han dedicado al Vodoun haitiano, las que Zora Neale Hurston o Robert Tallan dedicaran al Vudú y el Hoodoo —que en justicia debería escribirse Judú— del Sur de los Estados Unidos; las que Fernando Ortiz y Lydia Cabrera, entre otros escribieran sobre la Santería afrocubana, el diario de viaje del director de cine Henri Georges Clouzot a través del Brasil, del Candomblé y de la Macumba, o las más recientes descripciones de la moderna Santería neoyorquina, escritas por la portorriqueña Migene González Wippler.
Porque lo que ahora tenéis entre las manos es un libro de relatos de horror. Todos están, desde luego, relacionados con su lado más oscuro y siniestro, con las prácticas mágicas, los hechizos y las maldiciones, las crónicas negras y los asesinatos rituales. Sería absurdo negar el atractivo morboso que ejerce sobre nosotros esa cara oscura del Vudú. Ya la simple realidad de la existencia hoy día de religiones basadas en el sacrificio y las prácticas mágicas, no sólo en países tropicales y “atrasados”, como nos gustaría creer, sino en el interior mismo de nuestras grandes ciudades, resulta francamente inquietante para el hombre presuntamente civilizado. Y es que quizá lo más terrorífico del Vudú sea cómo lo real y lo fantástico se entremezclan en él, de forma difícilmente discernible. No estamos ante fenómenos sobrenaturales incomprobables, ante paganismos ancestrales ya desaparecidos, ante criaturas más bien míticas como vampiros y hombres lobo. Cualquiera que lo desee puede consultar las incontestables pruebas reunidas en torno al caso de Narcille Clovis, el fenómeno zombi más documentado de Haití. Y, sin llegar a extremos melodramáticos, cualquier turista avisado puede asistir a ceremonias y fiestas rituales a lo largo de todo el Caribe y buena parte de Sudamérica, visitar el Museo del Vudú en Nueva Orleáns, o comprar cualquier accesorio que necesite para sus hechizos santeros en las muchas “botánicas” del Harlem Hispano de Nueva York o de la Pequeña Cuba de Miami.
Son estos aspectos únicos, la contemporaneidad de una religión pagana procedente del Africa oscura y su posible poder real, los que han hecho del Vudú uno de los temas predilectos de la literatura fantástica y de terror. Desde los tiempos de “Weird Tales”, en plena era dorada del pulp, el Vudú es presencia continua en el cuento de horror y, aunque se eche quizá a faltar al arquetípico Hugh B. Cave, autor que residió largas temporadas en el propio Haití, de las páginas amarillentas de los pulps hemos entresacado joyas como Madre de Serpientes de Robert Bloch, Palomos del Infierno del texano Robert E. Howard —que aporta aquí el mito de la zuwenbi, verosímil invención del propio Howard—, Papá Benjamín de William Irish —es decir, de Cornell Woolrich—, y Desde lugares sombríos de Richard Matheson.
Junto a estos relatos de terror clásicos, encontraremos historias que les fueron narradas a viajeros e investigadores como auténticas y libres de cualquier duda. Attilio Gatti, Vivian Meik, el célebre William Seabrook —que con su clásico Magic Island dejó bien establecidas las bases de la leyenda negra del Vudú haitiano—, la periodista Inez Wallace, Lydia Cabrera, Raymond J. Martínez y el Dr. Gordon Leigh Bromley, aportan sus experiencias —a veces personales— de la realidad del fenómeno zombi, de la existencia de sectas secretas africanas y siniestros rituales necrofílicos, del poder de los antiguos dioses de Africa, de las posesiones o “montas”, y de la terrible eficacia de hechizos y maldiciones.
Algunos de los relatos que incluimos son estrictamente (!!!) verídicos, como ocurre con los escritos por el investigador de lo oculto Brad Steiger y su esposa, tanto Los espeluznantes secretos del Rancho Santa Elena, que narra los famosos sucesos de Matamoros que inspirarían también a Barry Gifford su novela Perdita Durango, como La pócima de amor comprada con sangre. Y especial atención, por su realismo de puro y duro informe policial, merece ¡Asesinado al pie de un altar vudú!, la crónica de Richard Shrout que nos introduce en las oscuras relaciones que unen la práctica de la Santería con el narcotráfico y el hampa latina de Estados Unidos. Todo un episodio de “Miami Vice”.
La mítica conexión entre el Vudú y la música popular queda ejemplificada tanto en el clásico Papá Benjamín, con su jazzístico y maldito Canto Vudú, como en El Boogie del Cementerio de Derek Rutherford, un terrorífico Rock’n Roll que haría estremecer de miedo al mismísimo Screamin’ Jay Hawkins. Y la presencia del cine de terror más clásico la encontraremos en Yo anduve con un zombi, que diera pie —convenientemente mezclada con Jane Eyre— a la legendaria producción de Val Lewton, dirigida por Jacques Torneur, además de, nuevamente, en el relato de William Irish, llevado a la pequeña pantalla por Ted Post en 1961, y víctima de toda una adaptación inconfesa en el clásico de episodios Doctor Terror, producido por la británica Amicus Films. Pero, cuidado, no en Zombi Blanco de Vivian Meik, sin relación alguna con el film del mismo título. Por cierto, he de confesar aquí que el título de esta antología lo hemos tomado prestado de Voodoo Dawn, la película —y novela— de John Russo, con la que el coautor de La noche de los muertos vivientes quiso pagar su deuda con el Vudú.
No quiero dar paso ya a los misterios del Caribe y el Africa profunda sin otra advertencia: a pesar de nuestro criterio, digamos que geográfico, los relatos no siempre se ajustan estrictamente a su área territorial, y es que nuestra selección no pretende ser ni exhaustiva ni, mucho menos, ortodoxa. Como veréis se mezclan en ella los relatos y los hechos reales, la crónica negra y los cuentos de fantasmas, el Vudú, la Santería y hasta otros cultos más terribles y desconocidos. Se trata tan solo de explorar —y explotar— ese lado más siniestro, terrorífico y brujeril del Vudú. Su leyenda negra —muchas veces falsa, otras no—, su folklore más fantástico, su imagen más pop. Yo, por mi parte, confieso que siento por el verdadero Vudú y la Santería el mayor de los respetos y una gran simpatía.
Puede que vosotros, cuando hayáis terminado de leer las páginas que siguen, también deseéis profundizar más en las religiones afroamericanas. Ya se sabe, si no puedes vencerles, únete a ellos.


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VOCABULARIO


ABAKUÁ (Abakwá, Abacuá): Secta afrocubana, también conocida por el nombre de Ñañiguismo o ñáñigos, procedente de los pueblos Efik y Ekoi de la Costa Calabar del Oeste de África. El término Abakuá se refiere al pueblo y la región de Akwa, donde floreció esta sociedad en el continente africano. Aunque actualmente se la da por desaparecida, desde mediados del siglo XIX y hasta muy entrado el XX, la Sociedad Abakuá ejerció una enorme influencia secreta en la vida política y social de Cuba, como puede comprobarse en la novela que le consagró Alejo Carpentier: Ecue—Yamba—O.

AMARRE: Se llama así en la Santería al acto ejecutado por un brujo o curandero con el fin de retener a la persona amada, manteniéndola bajo su voluntad. Se trata, esencialmente, de un hechizo amoroso.

BABALAWO (Babalao): Sacerdote santero dedicado al culto adivinatorio de Fa o Ifá. Su nombre significa “Padre y dueño del secreto” en lengua yoruba, de cuyo Oráculo de Ifé africano proviene este culto. Más generalmente, sacerdote santero.

BABALOCHA: Sacerdote santero encargado de las ceremonias de iniciación de los nuevos santeros.

BAJAR EL SANTO (Coger el Santo, subir el Santo, tener el Santo, etc.): Frase que se usa familiarmente en la Santería para denominar la posesión física de un creyente por alguno de los santos u Orichas, llamada a su vez “monta”.

BARÓN SAMEDI: Loa o dios Vudú, señor y guardián de los cementerios, algunas veces identificado con Guedé, que es representado por una gran cruz colocada sobre la tumba del primer hombre enterrado en el lugar. Junto al Barón la Croix y el Barón Cimitière, forma la tríada de los Barones Vudú, todos con herramientas de enterradores.

CANDOMBLÉ (Candombé): Nombre que designa en Bahía (Brasil) ciertos cultos —y sus prácticas— afroamericanos, muy similares al Vudú y, sobre todo, a la Santería. Aunque originalmente era africano y yoruba o nago, rindiendo por tanto culto a los Orixás al igual que la Santería a sus Orichas, posteriormente se han introducido variantes como el Candomblé Blanco, con divinidades indias autóctonas. Al igual que, a veces, las palabras Vudú y Santería, Candomblé puede designar tanto la religión como sus prácticas, las ceremonias y, al tiempo, el recinto donde se celebran.

DAMBALLAH (Damballah Wedo): Loa o dios Vudú de la lluvia, los ríos y los lagos. Su símbolo es la serpiente, generalmente una boa constrictor rojiza, y al tratarse de uno de los Loas más poderosos, temidos y adorados, ha contribuido sobremanera a extender el error de que el Vudú es un simple culto a la Serpiente.

EBBÓ (Ebó): Palabra yoruba que designa en Santería la ofrenda de frutas y dulces o el sacrificio de animales cuadrúpedos y de aves que se ofrece a los Orichas para obtener su favor.

GANGÁNGÁME: Sacerdote o brujo perteneciente a la secta Gangá de la Santería cubana, de origen congo o bantú, y fuertemente animista. En ella se adora a los espíritus de los muertos, y está fundamentalmente orientada hacia la magia y los ritos funerarios.

GRIS GRIS: Hechizo mágico Vudú que puede consistir tanto en un simple sacrificio animal, como en una bolsa llena de objetos mágicos, en un talismán o en un fetiche. Puede usarse tanto para el bien como para el mal, y ejerce su influencia sobre la suerte de aquél a quien se le destina. A veces designa un dibujo místico en el suelo, similar a los vevés haitianos. Es un término propio del Sur de los Estados Unidos, pero procede del africano Gri—Gri, de igual significado.

GUEDÉ (Ghede): Loa Vudú de la muerte y los cementerios. Designa tanto una divinidad como a un conjunto de dioses, relacionados siempre con los cementerios, la muerte, los ritos funerarios y el culto a los antepasados. Procede del pueblo de los Ghede—vi, casta africana de enterradores llevada como esclavos a Haití. Paradójicamente, Guedé posee también connotaciones fálicas, siendo también Señor de la Vida, muy dado a las obscenidades y a la bebida.

IWORO: En lengua yoruba, dícese de los santeros y creyentes que son hijos de Obatalá.

IYALOCHAS (Yalochas): Sacerdotisas santeras, equivalentes femeninos del Babalocha o Babalao.

LENGUA: Nombre que se da en la Santería a los rezos y frases litúrgicas que se recitan en lengua yoruba. Asimismo, la Sociedad Abakuá denomina “lengua” al dialecto ñáñigo, y en el Vudú se llama “langage” a la lengua usada en los sagrados ritos africanos.

LUCUMÍ: Nombre que dieron arbitrariamente los cubanos a todos los negros procedentes de Nigeria, la mayoría de ellos yorubas, por lo cual ha quedado también como sinónimo de yoruba y de la propia Santería, de predominio nigeriano.

MAMALOI: Familiarmente, nombre con el que se designa a las sacerdotisas Vudú, sobre todo en el Sur de los Estados Unidos, pero a veces también en Haití.

OBEAH: Nombre que recibe en algunas islas del Caribe —Trinidad, Martinica, Jamaica, etc.— la magia afroamericana, y que equivale hasta cierto punto al Vudú y la Santería.

OMÓ (Omó Oricha): En yoruba, hijo de Santo. Es decir, aquél que ha sido iniciado por completo en la Santería y elegido ya por su Oricha correspondiente.

ORICHAS (Orischas): Nombre genérico de las divinidades yorubas a las que se rinde culto en la Santería, y también en el Candomblé brasileño con el nombre de Orixás. Son el equivalente de los Loas del Vudú, y al ser sincretizados con el Santoral católico, la palabra Oricha deviene a su vez sinónimo de Santo.

ORO: En yoruba, la palabra que designa el cielo, el lugar de residencia de los Santos u Orichas.

OUANGAS (Wangas): Maleficios Vudú, actos de magia negra contra un enemigo o amuletos mágicos que se emplean con fines egoístas o malignos. También mal de ojo.

PALO MAYOMBE (Regla de Palo): Secta afrocubana de origen bantú, inclinada profundamente hacia la magia y la brujería. Con el nombre de Palo Cruzado se subordina al sistema yoruba de la Santería, al que complementa con prácticas y dioses congoleños, siempre con un enfoque más práctico y utilitario. Tal es la forma de este culto, que Mayombé es a veces el nombre que se le da al espíritu del mal, y el término mayombero sirve para designar a todos los brujos en general.

PAPALOI: Familiarmente, nombre que se da a los sacerdotes del Vudú.

PATAKÍ (Patakín): Relato cuyo protagonismo puede correr a cargo de los dioses, de reyes, animales y hasta objetos, de carácter mitológico y moral. Encabeza, acompañado de un refrán o conseja, cada signo (odu) del Diloggún o Tablero de Ifá, el sistema adivinatorio yoruba usado en Santería.

PIEDRA (Otán): Piedra sagrada en la que se supone reside el espíritu de un Santo u Oricha; se guarda en una “sopera” y se le hace el “ebbó” que corresponda a su Oricha.

REGLA DE OCHA (Regla Lucumí): Nombre que se le da también a la Santería. Dos son las Reglas principales afrocubanas: la Regla de Ocha o Santería, y la Regla de Palo o Palo Mayombe.

SANTOS: Al llegar a Cuba, los Orichas yorubas fueron asimilados por los esclavos a los Santos de sus amos, para poder adorarlos y celebrar sus fiestas. Lo mismo ocurrió en Brasil y en Haití, donde Orixás y Loas tienen sus Santos correspondientes. De este fenómeno sincrético deriva el término Santería, extendido después a toda Latinoamérica y Estados Unidos.

SANTISMO: Aunque a veces se le llama también Santería, no debe confundirse con el culto afroamericano originado en Cuba. Se trata de un sincretismo amerindio propio de México y la frontera de Estados Unidos, que utiliza prácticas tanto del catolicismo más ferviente como de viejos rituales aztecas, mayas e indígenas en general. Está estrechamente relacionado con los artistas imagineros mexicanos y chicanos, muchos de los cuales pertenecen a sectas santistas, y sus prácticas, miembros y área de influencia se guardan en el máximo secreto.

SOPERA: Recipiente donde se guarda y protege el “otán” de un Oricha, así como sus collares y otros objetos sagrados. Al contacto con el español se debe que este recipiente, originalmente una vasija de madera o barro, cobrara la forma y la decoración de una sopera barroca, pintada con los colores de su Santo.

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