La noticia no puede ser más espeluznante: un planeta de un sistema solar lejano está siendo “tragado” por su sol, según observaciones del “Hubble”.
Hace cuarenta años nadie se imaginaría algo semejante: el Universo parecía mucho más amable, apacible y equilibrado.
Poco a poco hemos ido conociendo el poder de la interacción gravitacional cosmológica.
Las estrellas, incluido nuestro sol, no son más que enormes globos de hidrógeno, helio y polvo estelar aglutinados por la atracción gravitacional entre sus grandes masas. Ésta los obliga a contraerse a medida que la materia se va acumulando. Dicha contracción genera en su interior un aumento significativo de temperatura, tal como ocurre al comprimirse el gas de una bomba neumática.
Cuando la temperatura alcanza millones de Kelvin, los núcleos de hidrógeno y helio chocan entre sí, produciendo reacciones termonucleares que liberan a su vez grandes cantidades de energía opuesta a la contracción gravitacional, evitando así que el globo colapse.
Nuestro sol, por ejemplo, se mantiene estable debido al equilibrio entre la presión hacia el exterior del plasma nuclear y su descomunal contracción gravitatoria.
En miles de millones de años, todo el “combustible” nuclear se consume y entonces la atracción por gravedad hace que la estrella colapse catastróficamente. Tal fenómeno ocurre en las famosas explosiones de las supernovas.
En dependencia de su masa, que puede ser del orden de la masa de nuestro sol, la estrella se contrae hasta dimensiones mucho menores que su tamaño original, convirtiéndose en las llamadas “enanas blancas” o “estrellas de neutrones”.
Si su masa es muy grande, varias masas solares, la contracción es tan desmedida que la enrolla, se encoge hasta un punto de densidad prácticamente infinita. Entonces aparece un fenómeno singular: cuando el globo se reduce hasta alcanzar un radio llamado “radio crítico”, la atracción gravitacional sobre su superficie es tan grande, que de ella no pueden escapar ni siquiera los rayos de luz. Tal objeto se conoce como “agujero negro”.
En realidad es un agujero o hueco, pues la posterior contracción hasta las dimensiones de un punto hace que el volumen de la esfera crítica esté vacío, de donde sólo escapa su poderoso campo gravitatorio.
Su existencia, predicha en los años treinta, sólo ha venido a ser aceptada sin reparos en los años noventa del siglo pasado.
Pero, si son invisibles, ¿cómo pueden se observados?.
En 1964, Zeldóvich y Salpeter, descubren que la cercanía de un objeto de gran atracción gravitacional, como es el caso de los huecos negros, a otra estrella, podía crear un sistema doble. Debido a la fuerte atracción gravitacional el gas o materia de la estrella normal vecina, se precipitaría hacia su compañero, desarrollando un movimiento en espiral, elevando grandemente su temperatura y emitiendo rayos X. Este fenómeno se denomina “acreción”.
De ahí resulta que ciertas estrellas, u otros astros, pueden ser “devorados” por un compañero gravitacionalmente muy poderoso.
Desde 1970 se observan desde el espacio las estrellas que emiten rayos X. Todo sistema binario, uno de cuyos compañeros sea una fuente compacta de rayos X, constituye una evidencia de la presencia de un hueco negro. Se han observado cientos de estrellas de este tipo.
En 1972 se descubrió el sistema estelar binario “Cygnus X-1”, primera observación de un agujero negro por la ciencia.
Incluso se acepta ya el hecho de que el núcleo de numerosas galaxias sean agujeros negros gigantescos que se están engullendo continuamente materia de las propias galaxias.
Descargar Documento :
http://oron.com/8amxsjmytiko/Agujeros_negros_devoradores_de_estrellas.doc.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario