Para muchos la existencia de Dios es algo que no necesita probarse, basta con vivenciarlo pues sienten su presencia constantemente. Para otros, la creencia de un Creador es una patraña inventada para ejercer poder sobre las masas o por personas ignorantes y débiles que necesitan afirmarse a algo superior frente a las múltiples incertezas de la vida. Puede ser, mientras no se pueda probar fehacientemente quien tiene la razón cada cual es dueño de sus propias vivencias y tiene perfecto derecho a creer en lo que quiera.
Pero, ¿y si hiciéramos el ejercicio de intentar probar la existencia de Dios sin utilizar la fe, sino tomando los argumentos que la propia Ciencia nos entrega, es decir plantearnos como hipótesis su posible existencia mediante razonamientos lógicos e intentar probarlo con argumentos válidos y demostrables?
¿ES POSIBLE PROBARLO A TRAVÉS DE LA CIENCIA?
“Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha lo acerca.” —Louis Pasteur
A partir de Descartes y de la revolucionaria teoría de la evolución de Darwin, el mundo se vio inmerso en una filosofía naturalista que descartaba la presencia de Dios y exaltaba el razonamiento apoyado en el método científico, en que sólo se aceptaba como válido lo demostrable a través de él, quedando la creencia en Dios relagada al ámbito de las religiones o de la experiencia mística. Esta dicotomía Ciencia-Religión produjo por una parte fríos, asépticos e innegables avances en el campo de la Ciencia, pero por otra una gran confusión filosófica en la sociedad, que inmersa en el mundo de casualidades estadísticas que justificaba la efímera existencia de sus individuos, se vio impulsada a aferrarse a los bienes materiales, a pensar que “después de esta vida no hay otra”, a sacar el mayor provecho posible de su entorno a costa de los demás y del medio ambiente, etc., para obtener así la mayor cuota posible de satisfacción durante sus cortos e insignificantes periodos de existencia.
Sin embargo, la vida está rodeada de múltiples misterios palpables e inexplicables para la ciencia tradicional y para las mentes escépticas. Demás está nombrarlos, ya que todos hemos tenido experiencias individuales o colectivas en ellos. Diversas disciplinas nuevas han intentado estudiarlos y explicarlos, siendo sus investigaciones desestimadas o de hecho ridiculizadas ya que no se apoyaban en el método científico sino en la especulación o en estudios de campo conducentes sólo a acumular casuística.
No obstante, estamos llegando al umbral de una nueva Ciencia, paradójicamente proveniente del mismo mundo científico-escéptico, gracias a revolucionarios avances y descubrimientos en mecánica cuántica y relativista, que al llevarnos a los confines de lo real comienzan a enfrentarnos con dilemas que rayan en lo metafísico. Estudios visionarios y audaces de muchos integrantes de la comunidad científica internacional están llegando a conclusiones sorprendentes que podrían llevarnos a modificar profundamente el paradigma actual. Precisamente estos asomos a “la frontera de la frontera” nos podrían dar los argumentos necesarios para descubrir la huella digital de la Supra Inteligencia que estaría observando desde los pliegues de la cortina que separa nuestro Universo “autocontenido” de lo Infinito.
Si realmente el Creador del Universo existe, obviamente no va a ser posible probarlo en forma directa, como tomarle una fotografía, filmarlo, o concertar una cita con Él para presentárselo al grupo de escépticos que pide la prueba irrefutable de ello. Por lo tanto, si queremos intentar demostrar en forma racional su existencia, deberemos proceder con racionalidad en nuestra investigación.
Partamos por el siguiente razonamiento, válido lógicamente, a manera de axioma: Si existe y como tal creó el Universo, entonces es obvio que debe habitar en otra realidad dimensional, probablemente diferente a ésta al menos en lo que a espacialidad y temporalidad se refiere, y posiblemente con un número mayor de dimensiones. Nuestra realidad espacio-temporal debiera estar por lo tanto inserta necesariamente en un marco menor y más acotado, que permitiera su creación utilizando las leyes de la suya propia y posteriormente tener el control permanente sobre ella.
Este axioma nos señala de partida que es imposible demostrar la existencia de Dios a menos que se proceda de manera indirecta, vía inducción (¿Puede acaso una gota de agua visualizar al Océano completo?).
Ahora, ¿es posible intentar demostrar en forma indirecta su existencia con argumentos científicos y plausibles? Creemos que sí, y que es la Ciencia de nuestra época, como dijimos, considerando sus últimas y revolucionarias investigaciones, la que precisamente lo permite.
Comencemos pues a abrir los ojos y a maravillarnos con las evidencias.
¿ES POSIBLE UN ACTO CREADOR DEL UNIVERSO?
“La posibilidad de que seamos creaciones de algo supremo, o de una superinteligencia, empaña la frontera entre la física y la filosofía idealista, entre lo natural y lo sobrenatural, entre la relación de la mente con los multiversos y la posibilidad de que estemos viviendo en ‘Matrix’ más que en un mundo físico”. —Sir Martín Rees (Profesor de Cosmología y Astrofísica de la Universidad de Cambridge)
Como ya mencionamos, la comunidad científica ha tratado hasta ahora de explicar el origen y la existencia del Universo y de la Vida a través de diversas teorías. El requisito inherente que les exigen a éstas para que puedan ser consideradas plausibles es que involucren procesos que sean completamente naturales, sin la intervención de un Creador. Lo anterior está fuertemente influenciado por la aceptación universal de la teoría —aún no demostrada— de la Evolución, sin mencionar los prejuicios propios del pensamiento intelectual actual en esas esferas, que en general se caracteriza por su falta de humildad y de espíritu abierto frente a lo que aún no se conoce. ¿Un Creador? Vamos, una creencia tal queda para la religión y sus adeptos, pero de ninguna manera para algo tan “serio”, tan “académico” como lo es la Ciencia, que exige de sus cultores la máxima rigurosidad del método científico para estudiar y explicar los fenómenos del entorno.
Como si los órganos sensoriales de los investigadores y los instrumentos de medición que utilizan fueran equivalentes al método mismo, sin tomar en cuenta que aquéllos podrían ser limitados y éstos imprecisos. Tal dogmatismo, unido a la impopularidad o el descrédito que supone el atreverse a investigar en tal sentido, hace que se pasen por alto las numerosas evidencias que, por otros caminos, la misma Ciencia da de tal posibilidad.
Paradójicamente sin embargo, la teoría más aceptada en la actualidad para la formación del Universo, incluso considerando sus variantes y sus consecuencias, es la que precisamente podría dar la razón y el lugar a la intervención de una Entidad Inteligente que podría haber desencadenado el proceso original y su posterior y constante desarrollo y mantenimiento: La teoría del Big-Bang o la Gran Explosión.
NOTA 1: Esta es la teoría más aceptada y difundida actualmente respecto de la formación del Universo. Postula que éste se habría originado a partir de la explosión de un átomo original de energía concentrada. Tal teoría fue postulada en 1948 por el físico ruso nacionalizado estadounidense George Gamow, quién modificó la teoría de Lemaître del núcleo primordial.
Según los científicos actuales el tamaño de este átomo habría sido infinitamente menor que el de la cabeza de un alfiler: En efecto, a los 10 elevado a -43 segundos después de la explosión original (denominado tiempo de Plank), el “huevo primordial” tenía un diámetro de 10 elevado a -33 centímetros (siendo que el diámetro del núcleo de un átomo es de 10 elevado a -13 centímetros) y una temperatura de 10 elevado a 32 grados. Como dijo el físico John Wheeler al referirse a ese “algo” que precedió a la creación del Universo: “Todo lo que conocemos encuentra su origen en un océano infinito de energía que tiene la apariencia de la nada”. Como no se posee mucha información sobre lo que ocurrió antes de esta explosión original, habría lugar para la intervención de una Entidad Creadora.
Por otro lado, el mismo avance de la Tecnología permitiría explicar, aunque por ahora en forma incipiente y quizá en forma muy primitiva, la posibilidad cierta de tal intervención creadora.
En efecto, con el asombroso avance de la informática y de la computación en los albores del siglo XXI, estamos en posición de atisbar la posibilidad de crear en el mediano plazo “realidades artificiales” a un nivel menor que el de nuestra propia realidad y del todo controlables por el diseñador de ellas. Universos cerrados (es decir, autocontenidos, como lo es el nuestro), tan grandes como queramos o podamos diseñarlos. Nos estamos refiriendo a la Realidad Virtual, tecnología informática que permite el diseño y funcionamiento de mundos que existen bajo leyes establecidas por el programador.
Tal tecnología está aún en sus inicios pero ya se vislumbra su tremendo potencial y alcance, a tal punto que se estima que en corto tiempo se podrán realizar viajes a lugares ideales o actualmente inalcanzables, adoptando como propio un determinado cuerpo virtual e interactuar con otros cuerpos y elementos también virtuales, con tan sólo echar a correr un programa y conectarse a los elementos necesarios que permitan que nuestro cerebro interprete como imágenes y sensaciones reales los impulsos eléctrico-magnéticos convenientemente codificados que el programa le envíe.
Lo anterior, unido al notable progreso en el campo de la I.A. (Inteligencia Artificial) que permite extrapolar que en un futuro no muy lejano pueda llegar a ser posible la toma de conciencia propia de determinados programas computacionales, es decir, que se vuelvan inteligentes, lo que unido a lo anterior podría dar lugar a la “creación” de mundos virtuales con “seres vivos” e “inteligentes” que, por supuesto, jamás podrían salir fuera de sus realidades o espacios virtuales por no estar en su naturaleza “física” el hacerlo, aunque sí el programador podría, asumiendo la forma que quisiera o con simplemente su voz o tal vez sólo con su pensamiento, interactuar y comunicarse con ellos, al mismo tiempo que tendría la posibilidad, dependiendo de la complejidad y perfección de su programa y de su equipo, de tener un total control de los actos de su “creación”.
En este sentido, la “materia” y su comportamiento energético que formarían parte de tal universo virtual no sería otra cosa que la energía electro-magnética del equipo que respondería a las leyes e instrucciones establecidas de antemano por el programador en su software computacional.
NOTA 2: “Sir Martín Rees, profesor de Cosmología y Astrofísica de la Universidad de Cambridge, pronostica que, si el avance de la informática sigue evolucionando de la forma en la que lo ha hecho hasta ahora, dentro de pocos años será posible concebir ordenadores tan potentes que lograrán construir un universo completo, habitado incluso por entidades conscientes. ’Si esta tendencia continúa, entonces podemos imaginar ordenadores capaces de simular mundos quizás tan complicados como éste en el que creemos estar viviendo’, asegura este científico”. (Extractada del artículo ¿Vivimos en Matrix? de la revista Año Cero, Año XVI).
¿Qué es realmente la materia?
“Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra” —El Kybalión
Los hallazgos de la física moderna, específicamente la relativista y la cuántica, así como los de la química moderna, están provocando una total revisión del concepto de la materia que nos rodea y de la cual estamos formados, al menos tal y cómo la conocemos, palpamos y concebimos cotidianamente. Ya Albert Einstein (1879–1955) demostró la estrecha relación existente entre la materia y la energía, elegante y poéticamente expresada en su famosa fórmula considerada por muchos como la tan buscada piedra filosofal de los antiguos alquimistas:
e = m.c²
Donde e = energía, m = masa, c² = velocidad de la luz elevada al cuadrado.
Que es del todo cierto que la masa de un cuerpo es nada más y nada menos que energía muy concentrada, quedó dramática y dolorosamente demostrado en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki a fines de la Segunda Guerra Mundial, cuando en fracciones de segundo una pequeña cantidad de materia se transformó en tal cantidad de energía que las borró prácticamente del mapa junto a sus miles de habitantes .
La física moderna, específicamente la física cuántica, ha podido demostrar que los átomos, a diferencia de cómo pensaba el filósofo griego Demócrito (460-370 AC), no son cuerpos duros, indestructibles e impenetrables, sino sistemas compuestos que constan de muchas partículas. La estructura tradicionalmente conocida del átomo es la que propuso el físico neozelandés Ernest Rutherford (1871–1937), que consiste en un núcleo rodeado de uno o más electrones (dependiendo del tipo de elemento) a semejanza de un minúsculo sistema planetario. Pero respecto a este modelo se ha podido demostrar dos cosas sorprendentes: primero que en el interior del átomo hay casi sólo espacio vacío y segundo que los componentes de éste no son sólidos.
En el caso de los electrones, sus órbitas no pueden ser definidas con precisión, sino que tales partículas parecen estar difuminadas y repartidas como una nube por todo el átomo (Principio de Indeterminación de Werner Heisenberg)(1901–1976). A su vez como todos sabemos, el núcleo de un átomo está compuesto por otras partículas más pequeñas: los neutrones y los protones, pero como quedó demostrado en los años sesenta cuando los físicos bombardearon un núcleo atómico utilizando el gigantesco acelerador de partículas SLAC de la Universidad de Stanford, California, EE.UU., los protones y neutrones no son cuerpos sólidos, sino que están constituidos por partículas aún más pequeñas las cuales revolotean a su vez en círculos en el territorio del núcleo.
Tales partículas internas se conocen como quarks. Se estima que un quark sería por lo menos cien billones de veces menor que un protón. Así resta y sigue, los componentes del átomo serían cada vez más pequeños hasta llegar a la conclusión actual que los más diminutos tendrían un volumen cero, lo que permite teorizar que, o serían puntos sin dimensión; es decir, que tendrían concentrada su carga y su masa en un punto de dimensión y volumen cero, lo que de acuerdo a la teoría de la relatividad sería un absurdo puesto que entonces deberían tener masa infinita, o bien, de acuerdo a lo que postula la moderna “Teoría de las Cuerdas” de la mecánica cuántica, las más minúsculas partículas elementales no serían puntos sin dimensión, sino hilos o cuerdas elásticas representadas en una sola dimensión, la longitudinal. Simples filamentos capaces de ser estirados como una goma, los cuales serían capaces de vibrar en todas direcciones y por lo tanto a pesar de tener un volumen cero, al girar y oscilar ocuparían una diminuta región tridimensional, comportándose por lo tanto como masa.
Pero en este caso ya no estamos hablando estrictamente de masa, puesto que las cuerdas serían unidimensionales, sino de vibraciones de “algo” que, si se comporta como masa, de acuerdo a la fórmula de Einstein (E = m.c²) debería ser nada menos que energía comprimida que vibra, que al girar y oscilar ocupando con sus movimientos un espacio tridimensional, formaría unidades básicas de masa, las partículas elementales más pequeñas del átomo, sus componentes fundamentales. De acuerdo con esto, las distintas partículas elementales no serían otra cosa que cuerdas con diferentes frecuencias de vibración y oscilación, y tal vez las distintas agrupaciones de ellas y de los átomos que constituyen, que formarían a su vez los tipos de elementos conocidos, se deberían a las diferentes longitudes de onda de la energía vibrante base.
La materia estaría entonces constituida por cuerdas o hilos de energía “encogida” a una determinada longitud de onda y sus diversos comportamientos dependerían en cada caso de los respectivos valores tanto de las frecuencias de vibración y de oscilación, como de las longitudes de ondas involucradas (siendo el caso más característico el de los corpúsculos o cuantos de luz, que no son otra cosa que “paquetes de energía” con longitud de onda “comprimida” a un valor menor). No sería extraño llegar entonces a descubrir que las diferentes combinaciones de estos factores —incluyendo posiblemente otros— estuvieran convenientemente codificadas para lograr la materia que conocemos así como sus efectos físicos y químicos (e incluso dimensionales ya que, según postula el afamado Stephen Hawking, dentro de estas cuerdas —a nivel de “distancia de Plank”— podrían estar “trenzadas” dimensiones adicionales a las tres conocidas, a semejanza con las fibras al interior de un cabello, el cual a distancia parece una línea unidimensional).
De ser correcto este concepto es entonces revolucionario, puesto que nos permite entender que los átomos y por lo tanto la materia que conocemos y que compone el Universo físico, tanto visible como invisible, no sería otra cosa que espacio vacío , dominado por fuerzas y campos producidos por energía vibrante codificada, comportándose de acuerdo a leyes preestablecidas.
Pero, ¿preestablecidas por quién? ¿Ya podemos vislumbrar más claramente que es posible la existencia de un Programador, de una Mente, de un Entidad Inteligente responsable de la creación de este Universo? ¿Y que nosotros no podríamos por nuestra propia cuenta tener acceso a Su realidad, pero sí Ella a la nuestra y que las leyes del espacio-tiempo que nos rigen no necesariamente deberían ser válidas en la Suya? De ser así, ¿no sería también posible que nuestra realidad espacio-temporal no sea tal, sino que la percibamos así debido a que nuestros cerebros y por ende nuestros sentidos están también sujetos a las mismas leyes y además adaptados intencionalmente para captarla dentro de un cierto rango preestablecido?
NOTA 3: “Según John Barrow, profesor de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Cambridge, las constantes naturales en el Universo, tales como la velocidad de la luz, la fuerza de atracción de la gravedad o el grosor de las capas de nuestra atmósfera, convierten a nuestro mundo en un lugar “seguro” para los organismos vivos y el desarrollo de la vida. Un pequeño cambio en estas constantes, aunque fuera insignificante, provocaría que el Universo, tal y como lo conocemos, desapareciera. La pregunta que se hace este matemático es la siguiente: ¿Son las constantes de la naturaleza fruto del azar, o, por el contrario, responden a un diseño inteligente? En el caso de que esta última posibilidad fuera cierta, nada impide que ese diseño formara parte de una simulación informática. ’Civilizaciones sólo un poco más avanzadas que la nuestra tendrían la capacidad para simular universos en los que podrían surgir entidades autoconscientes y comunicarse entre ellas’, asegura Barrow”.(Extractada del artículo ¿Vivimos en Matrix? de la revista Año Cero, Año XVI)
“Qué es real? ¿De qué modo definirías lo real? Si te refieres a lo que puedes sentir, a lo que puedes oler, a lo que puedes saborear y ver, lo real podrían ser señales eléctricas interpretadas por tu cerebro” (Morfeo a Neo, The Matrix).
Cabe recordar aquí la intuitiva afirmación hecha en el siglo XVIII por George Berkeley, obispo de Cloyne, en Irlanda: “¡La materia no existe! Lo que percibimos como sustancias sólidas, por ejemplo la madera o el hierro, no son otra cosa que una impresión que Dios hace que se produzca en nuestro cerebro”. A pesar de haber sido contradicho desaforadamente por su crítico el doctor Samuel Johnson quien, pateando una gran piedra con rabia, exclamaba al mismo tiempo: “¡Esta es mi refutación!”, parece que la Ciencia y la Tecnología, a pesar de la reticencia de la misma comunidad científica, le estaría dando la razón.
Si la materia no nos parece una ilusión —y para ello valga la contundente refutación de Johnson— seguramente se debe a que la multitud de seres que poblamos tanto la Tierra como el Universo, estamos formados por la misma clase de energía vibrante sometida a leyes preestablecidas, y como ya dijimos, adaptados nuestros sentidos para percibirla según los rangos que se nos hayan dado dentro del espectro electromagnético, de tal manera de hacer posible nuestra experiencia de vida. Por lo tanto, el hecho que los objetos que nos rodean presenten diferentes formas y estados y podamos modificarlos, transformarlos, tocarlos y sentirlos, no se debería a la materia misma sino a esas leyes preestablecidas que rigen el comportamiento de la energía que provino de la Gran Explosión original, comportamiento inteligentemente programado por la posible Entidad que provocó tal suceso y que sería a su vez la fuente de dicha energía.
¿Qué es realmente la vida?
A partir del descubrimiento por Watson y Crick de la doble hélice del ADN el año 1952, la Biología tradicional incluyendo en ella a la Genética de Mendel, experimentó toda una revolución que dio lugar a la actual Biología Molecular, a través de la cual los bioquímicos —entre otros importantes estudios y descubrimientos— han estado intentando descifrar el misterio de los orígenes de la vida.
Al hacer objeto principal de su investigación a las bacterias, sobre todo las unicelulares, estos dedicados y entusiastas científicos han podido comprobar que lejos de tener con esta elección —como era su propósito— un objeto simplificado de estudio, cada una de éstas era “en sí misma un universo completo”.
Si bien se ha logrado identificar el comportamiento de muchos de los componentes tanto de los ácidos nucleicos como de las células mismas, las dos fronteras del conocimiento biológico: el origen del código del ADN, (de carácter universal en todo ser vivo) y el funcionamiento del sistema nervioso central del ser humano, constituyen verdaderos enigmas para la Ciencia, que ha debido reconocer que inherentes a ellos se evidencian mecanismos de codificación y de interpretación de dichos códigos, de carácter netamente inteligente cuyo origen, ubicación, estructura y funcionamiento en los organismos es aún un misterio insondable.
Por ejemplo, respecto al ADN, “La fibra cromosómica contiene, cifrada en una especie de código miniatura, todo el porvenir del organismo, de su desarrollo, de su funcionamiento” Y como el código no tiene sentido a menos que pueda ser traducido: “Las estructuras cromosómicas cuentan también con los medios para poner este programa en ejecución. Son a la vez la ley y el poder ejecutivo, el plan del arquitecto y la técnica del constructor” . Los medios para la ejecución de tal programa son las enzimas, cuyo comportamiento provoca que los genes del ADN se activen o se inhiban individualmente o por sectores, en el tiempo y en el espacio, para provocar la formación de los distintos tejidos celulares y los órganos necesarios para el desarrollo y funcionamiento fisiológico de un organismo multicelular. Pero no se ha logrado identificar el mecanismo que provoca tal comportamiento programado de las enzimas, el cual en sí mismo constituye un programa inteligente que indica cuándo y cómo deben actuar los agentes decodificadores .
Respecto del sistema nervioso central del ser humano, podemos decir al igual que Monod, que intentar comprender su funcionamiento completo no es posible “puesto que ningún sistema lógico sabría describir integralmente su propia estructura”, por lo que este sólo hecho constituye una frontera absoluta del conocimiento humano. En todo caso, aunque se intenta abordar de todas maneras su estudio, entre los problemas más difíciles e importantes que se plantean en este campo está el del “desarrollo epigenético de su compleja estructura, que en el caso del hombre comprende entre 10 elevado a 12 y 10 elevado a 13 neuronas interconectadas por mediación de entre 10 elevado a 14 y 10 elevado a 15 sinapsis, de las que algunos asocian células nerviosas alejadas unas de otras”.
Es notable lo mencionado por Monod, que “entre las funciones primordiales que desempeña el cerebro en la serie animal” —que comprende el hombre— está el de “contener, en forma de circuitos genéticamente determinados, programas de acción más o menos complejos y ponerlos en marcha en función de estímulos particulares”.
Pero más allá incluso del ADN y del sistema nervioso central, lo que escapa casi totalmente a la investigación bioquímica actual es el mecanismo que logra “la continuación de las etapas que van desde la asociación de los neutrones y de los protones en el núcleo atómico, hasta conducir sucesivamente a la formación de moléculas, macromoléculas y orgánulos (como las mitocondrias), terminando con la formación de la célula misma”.
Se evidencian los softwares primordiales
“…en la ciencia del siglo XX hay una tendencia a olvidar que un día habrá una ciencia del siglo XXI y aún del siglo XXX. Contemplado desde la distancia de los siglos futuros, nuestro actual conocimiento es totalmente insuficiente. Sufrimos pues, de un provincianismo de orden temporal, de una arrogancia que siempre indignó a las generaciones posteriores a los hechos históricos.” —Joseph Allen Hynek
¿Dónde están materializados éste y los otros mecanismos antes mencionados? ¿En qué parte del ADN, o de los cromosomas, o del citoplasma se encuentran codificados? ¿O es que la Vida como ya se sospecha —al igual que la materia— es un software intangible, pura energía codificada, que imparte las órdenes a su debido tiempo y a distintos niveles a los diversos componentes químicos que intervienen en la formación y funcionamiento de las células y tejidos, mediante programas a manera de rutinas y sub-rutinas del programa maestro? ¿En qué parte de los campos energéticos se aloja la información de este programa maestro?
El Campo Subyacente
A partir del año 1926, los físicos teóricos dieron por sentada la existencia de un Campo que subyace bajo todos los demás campos conocidos a esa fecha (eléctrico, magnético, gravitatorio, de atracción nuclear, etc.). Lo denominaron Campo Punto Cero (CPC), debido a que, aún quitando toda la materia y la energía de un volumen determinado de espacio y sometiéndolo a la temperatura de cero absoluto (-273ºC), temperatura a la cual se supone que cesa todo movimiento, todavía se evidenciaba un hervidero de actividad sub-atómica que continuaba fluctuando en todas direcciones. Este campo constituía la energía presente en el estado más vacío del espacio al nivel energético más bajo posible, del que no se puede retirar más energía.
Conclusión, existía un campo subyacente a todos los demás, que abarcaba todo el espacio-tiempo y era omnipresente.
Lamentablemente fue descartado como intrascendente dado que, al estar en todas partes, consideraron que no agregaba ni quitaba nada en sus cálculos por lo que “renormalizaron” sus ecuaciones, eliminándolo.
No obstante, científicos visionarios y vanguardistas, algunos perplejos por los increíbles comportamientos de las partículas subatómicas a nivel cuántico, otros intentando explicar fenómenos extraños como la memoria del agua, la efectividad de la homeopatía, la telepatía, la energía vital de las plantas y animales, el funcionamiento del cerebro, la memoria racial, etc., llegaron a la sorprendente conclusión que la explicación a todo ello estaba precisamente en este Campo, que dada sus increíbles características lo conecta absolutamente todo por ondas que se extienden en el espacio y el tiempo, pero no en forma aleatoria sino que en base a una codificación coherente, a funciones de onda superpuestas que vibran en resonancia como los hologramas, es decir, que en cada punto de él se encuentra codificada toda la información que existe en la totalidad.
Mediante exhaustivos experimentos de laboratorio, se ha podido ir descubriendo y demostrando que dicho campo tiene codificadas las infinitas posibilidades de ocurrencia de cada acción dentro del Universo, coexistiendo todas en forma virtual (explicando la no-localización del electrón) hasta que la Conciencia de un ser vivo, racional o irracional, opta por una de ellas, con lo que se desmoronan los trenes de ondas de las demás posibilidades materializando las ondas que corresponden a la decisión tomada (cumpliéndose así el Principio de Incertidumbre de Heisemberg). A partir de ese instante dicha realidad espacio-temporal queda registrada como un suceso real mediante códigos de interferencia de ondas, pasando a formar parte de la Memoria del Campo y por ende del Sistema Universal.
Investigaciones realizadas también en el campo de la Biología están demostrando que las células del cerebro y de los tejidos en general tomarían de este mismo Campo la información conducente a su especialización, para formar los diversos órganos. La información casi instantánea que se produce entre las innumerables células de los organismos vivos, que hace imposible que sean los procesos químicos los responsables de ella, se haría mediante pulsos de luz codificados provenientes también de dicho Campo.
En resumen, el Sistema Universal está bañado de este Campo Subyacente, que conforma el medio a través del cual se imparten las órdenes del Software Maestro, tal y como ocurre con los incipientes mundos de Realidad Virtual diseñados por los ingenieros informáticos. Las unidades dentro del sistema, animadas e inanimadas, no son independientes sino que están todas conectadas entre sí dentro de un “mar de luz coherente” que lleva en sí mismo la información codificada del Programador, formando parte ellas a su vez de dicho mar de luz, diferenciándose entre sí debido a campos de energía superpuestos vibrando a determinadas frecuencias (como si fueran “grumos” dentro del campo subyacente). Lo más sorprendente es que han podido descubrir que la Conciencia juega un rol fundamental en el funcionamiento de este sistema, pues es la que materializa las ondas que vibran en forma virtual, otorgándole un derrotero al Universo que funciona así en base al libre albedrío.
Con ello tomaría sentido también el llamado “Principio Antrópico” el que, debido a la exactitud y delicado equilibrio que muestran las leyes universales para permitir la aparición de la Vida, se plantea con fuerza en Cosmología por influyentes científicos: “Si en el Universo se deben verificar ciertas condiciones para nuestra existencia dichas condiciones se verifican ya que nosotros existimos”, o en otras palabras: “El Universo fue hecho así para que podamos observarlo”.
NOTA 4: Al respecto, Hubert Reeves, Doctor en Astrofísica de la Universidad de Cornell y Profesor de Cosmología en la Universidad de París y en la Universidad de Montreal, hablando de la teoría del Big Bang hace notar la extraña complicidad de las leyes del Cosmos con la eclosión de la Vida en el Universo, de la siguiente manera: “Las fuerzas físicas, regidas por leyes precisas y universales son los elementos organizadores de un universo primordial, caótico, informe y sin organización. La historia del universo es la del crecimiento de la complejidad a escala cósmica. Estas leyes poseen propiedades notables. Nos parecen ‘cuidadosamente ajustadas’ para promover la complejidad. Bastarían variaciones ínfimas de los valores numéricos que las especifican para tornar estéril el universo. Jamás habría surgido entonces ninguna forma de vida, ninguna estructura compleja, ni siquiere una molécula de azúcar o un átomo de carbono… Las leyes poseían, desde los primeros tiempos, la capacidad de engendrar la complejidad, la vida y la conciencia. Sin esa ‘sintonía fina’ de sus propiedades, nada de esto habría sido posible. Un universo regido por leyes, digamos ‘cualesquiera’, no engendra observador alguno.” (Hubert Reeves, Ultimas Noticias del Cosmos, Hacia el Primer Segundo. Editorial Andrés Bello Santiago de Chile. Edición año 1996). (Fin de la NOTA 4).
Las posibilidades de explotación de este campo son múltiples y espectaculares, y podrían ser una realidad dentro de veinte años, catapultando al mundo hacia una nueva era: ilimitada fuente de energía tomada directamente del “vacío”, viajes interestelares más rápidos que la luz al expandir el campo detrás de la nave y contraerlo delante de ella, anulación de la gravedad al modificar la inercia que es uno de los comportamientos particulares del CPC, la curación de enfermedades en base a emisiones de ondas a determinadas frecuencias, comunicación telepática controlada, etc, etc..
“El último siglo fue la era atómica y este podría acabar siendo la era punto-cero.” —Hal Puthoff
NOTA 5: Hal Puthoff, Doctor en Ingenieria Electrónica de la Universidad de Stanford y experto en tecnología láser, ha sido el principal impulsor en las investigaciones actuales del Campo Punto Cero desde que tuvo acceso a los informes del físico Timothy Boyer de la City University de Nueva York, en los que éste demostraba que combinando la mecánica clásica con la energía incesante de dicho campo se podían explicar muchos de los extraños fenómenos atribuidos a la teoría cuántica, postulando con ello que era posible explicar todo lo que ocurre en el mundo cuántico mediante la física clásica si se tiene en cuenta el Campo Punto Cero. Hal demostraría finalmente, en un documento publicado por una de las publicaciones más prestigiosas de Física, que el estado estable de la materia depende para su existencia de este intercambio dinámico de partículas subatómicas con el campo de energía punto cero sustentador (H. Puthoff, “Ground State of Hydrogen as a zero-point-fluctuation-determined state”, Phisical Review D. 1987, 35: 3.266-3.270). Una nueva generación de científicos destacados y vanguardistas le está siguiendo en su línea de investigación, con sorprendentes resultados, prometiendo llevar al mundo a una nueva era científica y filosófica, tal cómo postula visionariamente Hal Puthoff. Para profundizar en este tema, recomendamos al lector el libro “El Campo” de la autora Lynne McTaggart (2º edición octubre 2007, Editorial Sirio S.A.)
Al permitir demostrar que todo el Universo está íntimamente conectado entre sí, y que su derrotero está marcado por las manifestaciones de la Conciencia, el Campo Punto Cero vendría también a explicar contundentemente el poder de la mente sobre la materia y por ende la realidad de la ya famosa Ley de la Atracción, mediante la cual atraemos hacia nosotros lo que se nos asemeja, permitiéndonos ser los arquitectos de nuestro propio destino.
Y quizás lo más relevante de este descubrimiento es que permitiría cambiar de raíz el paradigma que caracterizó al siglo XX respecto de la existencia de Dios, ya que al tener los mismos lineamientos que los que siguen balbuceantemente los científicos e ingenieros informáticos en sus investigaciones sobre Realidad Virtual e Inteligencia Artificial, se puede inferir con propiedad que la del Campo Punto Cero y la de los otros campos a él superpuestos es a todas luces una codificación inteligente de increíble complejidad y cargada de intencionalidad, que permite descartar las casualidades estadísticas de los evolucionistas y hablar más bien de “causalidad”, de la obra de una Mente Diseñadora que había sido ignorada hasta ahora por la soberbia humana.
Fusión de Ciencia y Religión: El Campo Unificado
“La Ciencia sin Religión está coja, y la Religión sin Ciencia está ciega.” —Albert Einstein
Sabemos que al final de su vida Einstein buscaba afanosamente el método físico-matemático que le permitiera llegar a la formulación de su ya casi mítica “Teoría del Campo Unificado”, en la que postulaba que todas las leyes de la naturaleza podrían derivarse de un concepto único, globalizador, que podría expresarse probablemente en una fórmula similar a su famosa ecuación e = m.c². No llegó a terminarla pues lo sorprendió antes la muerte, pero iba bien encaminado al menos en el concepto teórico, matizado por su convicción profunda que la ciencia se emparentaba con la religión.
Lo demuestra desde un comienzo en su artículo de 1911 sobre la Teoría de la Relatividad General, donde publicó una ecuación que se considera el corazón de su teoría, y que al revés de la ecuación anterior, no ha sido suficientemente divulgada al gran público seguramente por su complejidad. Se la conoce como Ecuación de Einstein, y en ella relaciona matemáticamente los cuatro componentes básicos del Universo, es decir Energía, Materia, Espacio y Tiempo. En dicha expresión, el lado izquierdo describe la geometría del espacio-tiempo, y el lado derecho representa la distribución de materia y energía:
Con esta expresión es posible, dado un cuerpo con cierta forma y velocidad, y calculada su distribución de masa y energía, determinar enteramente la estructura del espacio-tiempo curvo. “Este procedimiento es extremadamente complicado, porque la ecuación de Eisntein, que en realidad es un conjunto de diez ecuaciones, es imposible de resolver exactamente excepto en algunos casos particulares”. (Hacyan Shahen, Los Hoyos Negros y La Curvatura del Espacio-Tiempo. La Ciencia desde México, 1995, Fondo de Cultura Económica. Págs. 38-39).
Al respecto, es ilustrativo lo mencionado por el Dr. Eliyahu Rips, científico matemático de prestigio mundial y descubridor de un misterioso código de salto en la Toráh o Pentateuco (es decir, en los cinco primeros libros del Antiguo Testamento) que revelaría los sucesos futuros: “Actualmente un gran sector de la Humanidad considera la Biblia como algo folklórico, de contenido mítico, mientras que sólo la ciencia ofrece una lectura aceptable de la realidad. Otros aseguran que la Biblia, en tanto palabra divina, ha de ser cierta, y por consiguiente la que se equivoca es la ciencia. A mi entender, cuando completemos nuestra comprensión de ambas, ciencia y religión se fundirán en una y por fin tendremos una teoría unificada completa.”
Por su parte, el periodista Michael Drosnin, autor del best seller “El Código Secreto de la Biblia” en el que divulga los trabajos del Dr. Ripps, dice haber consultado en el código bíblico acerca de la teoría de la relatividad de Einstein, y aquél le habría mostrado junto al nombre del científico la siguiente frase: “añadir una quinta parte”, lo cual según según Drosnin “parece indicar que no encontraremos la respuesta que buscaba Einstein en nuestro espacio de tres dimensiones ni al añadir la cuarta dimensión temporal, sino una quinta dimensión cuya existencia ningún físico cuántico pone hoy en entredicho”.
Acota Rips: “En los textos religiosos más antiguos también se menciona una quinta dimensión. La llaman ‘profundidad del bien y del mal’” (El Código Secreto de la Biblia, págs. 30 y 49).
Por lo tanto, si lográramos identificar qué es esta quinta dimensión estaríamos en la posición correcta para encaminarnos hacia la teoría unificada postulada por Einstein, la que debería explicar las leyes universales fusionando Ciencia y Religión.
Siguiendo esta línea de pensamiento, tal vez encontremos en la misma Biblia la explicación, cuando ésta revela la reflexión de los Creadores Iniciales al momento de la caída del Hombre en el Edén: “El hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal” (Génesis cap.1, vers.22) y cuando a través del profeta Isaías anuncia: “Yo soy Yavé, y no hay otro igual; yo enciendo la luz y creo las tinieblas, yo hago la felicidad y provoco la desgracia, yo Yavé, soy el que hace todo esto.” (Isaías cap.45, vers.7. La Biblia Latinoamérica, Edición Pastoral). Según la Biblia, el Creador mismo constituiría aquella quinta dimensión, la “profundidad del bien y del mal”, y la Ciencia por lo tanto adquirirá su verdadero sentido y orientación para nosotros cuando logremos comprender tanto la real existencia del Uno como su accionar en el Universo y en la historia humana.
Es decir, si internalizamos por fin que el Universo (y por extensión lógica la Vida) es un gigantesco software diseñado por la Mente del Creador, manifestado como ya vimos en campos energéticos interactuando ordenada e inteligentemente, y no un conglomerado de materia y energía que fue evolucionando por casualidades estadísticas, recién estaremos en posición de comprender cómo operan las leyes universales… y nos posicionaremos en la senda correcta para llegar a descubrir la expresión físico-matemático-informática de la Teoría del Campo Unificado: El Programa Primigenio de Dios, la perfecta simbiosis de Ciencia y Religión.
CONCLUSIONES
En resumen y por todo lo anteriormente expuesto, es perfectamente posible e incluso más razonable —dada la evidente existencia de estos “softwares primordiales”— una intervención inteligente en la creación del Universo y de la Vida, en vez de que éstos se hayan formado por azar o por mero accidente.
Incluso, hasta es perfectamente posible para una Inteligencia tal, que sus softwares primordiales estuviesen diseñados para responder a la orden de su voz, como ocurre hoy en día con algunos equipos y programas informáticos incipientes, que poseen dispositivos de reconocimiento del habla . Entonces no sería ya tan absurdo y fantástico lo que la Biblia afirma: “Por la palabra de Dios fueron hechos los cielos; y todo el ejército de ellos, por el aliento de su boca… porque él dijo y fue hecho, él mandó y existió.” (Salmo 33, vers.6 y 9).
En esta nueva visión cosmológica hasta el aparente azar estaría regido por leyes inteligentemente programadas. Si hay alguna factibilidad de un acto creador y un total control posterior sobre él, va probablemente por este camino.
Por lo tanto, con las evidencias acumuladas a lo largo de esta presentación, podemos inferir perfectamente que Dios existe y que es el responsable de nuestra existencia.
Ahora, ¿por qué pareciera tan lejano a nuestras vidas cotidianas? Tal vez el hecho que no lo veamos personalmente se debe a esas razones que Él mismo se ha encargado de explicarnos a través de los libros sagrados, y que tienen directa relación con la pugna entre el bien y el mal que se libra en la Tierra con nosotros como medios de prueba.
No obstante nos habría dejado manifestaciones contundentes de su existencia y de su accionar: Su superinteligencia en el comportamiento codificado de la energía de la que formamos parte, su interés directo por nosotros en la sorprendente máquina de comunicación en tiempo real (hecha de letras codificadas) que es la Escritura, su carácter en el de Jesucristo y en de los santos que siguieron su ejemplo de vida: “Quien me ha visto a mi ha visto al Padre”, etc.
Lo conoceremos por fin cuando todo se haya consumado y la Tierra junto con la Humanidad se halle libre de la Anomalía que la mantiene en cuarentena obligada: “Ahora vemos oscuramente, como por espejo, pero entonces veremos cara a cara, y le conoceré a Él como Él me conoce a mi”, escribió inspiradamente el apóstol Pablo.